El fin de semana, leyendo la prensa atrasada, encontré varios artículos donde se anunciaba la conversión en hotel de dos de nuestros faros más emblemáticos.
El primero de ellos, el de Corrubedo, no me pilló por sorpresa. Ya había leído hace meses que había un empresario interesado en hacer negocio con él. Según El Correo Gallego, Faro de Vigo y La Voz de Galicia, será un hotel de cuatro estrellas más un restaurante de dos tenedores. Para ello, reformará los edificios anexos al faro, que en su día fueron vivienda, almacén y sirena; sin embargo, el restaurante estará en el mismo edificio del faro, que deberá también ser reformado. La concesión será por 25 años, nada menos.
Corrubedo
Pero el que me ha sorprendido conocer ha sido el proyecto previsto para el faro de Silleiro (Baiona). Leo en Vigo É, La Voz de Galicia y Atlántico que el Concello de Baiona y la Autoridad Portuaria de Vigo quieren potenciar el uso de los dos edificios que ocupa y ocupó el faro: el antiguo, a la orilla del mar, y el nuevo, unos 700 m más atrás y a mayor altitud. Aparte del uso hostelero se habla también de que albergue un museo, ya que hay una sala (que actualmente se puede visitar con cita previa) donde se guarda antiguo material del faro. Por el momento no ha sido adjudicado y está en fase de estudio.
Silleiro
Se levantan voces a favor y en contra de estos proyectos. Se habla de que tanto los edificios como los terrenos que los rodean están abandonados y descuidados, y que el hecho de cederlos a manos privadas llevaría a que disfrutaran de un cuidado constante. Lo cual deja en evidencia que el Estado no se está encargando correctamente de su mantenimiento, y que con estas concesiones se quita de encima unos gastos que pueden ser de gran importancia.
Además se explica que es una idea extendida y con gran aceptación en Europa, lo cual parece darle una pátina de solvencia y seriedad al asunto. Sin embargo, y aunque no dudo del enorme encanto que debe de tener dormir en un faro, pienso que la Autoridad Portuaria competente debería ser muy escrupulosa comprobando que el empresario cumpla todos los requisitos exigidos; y que uno de ellos, difícil de cuantificar pero muy necesario, debería ser el buen gusto a la hora de rehabilitar y decorar el edificio. Sinceramente opino que no vale cualquier cosa y que hay que respetar el espíritu del edificio, del entorno y la historia de ese lugar, y miedo da ver algún resultado final.
En fin, parece que no hay vuelta atrás y esperemos que estos vientos de cambio sean para bien. Que si además de hotel se aprovecha para museo o para algún fin más cultural pues bienvenido sea.