«Volando voy» sobre a Costa da Morte.

Hace unos días el programa de Cuatro «Volando voy» emitió un capítulo que había sido grabado na Costa da Morte. Jesús Calleja y su equipo visitaron este rincón de Galicia tristemente famoso por la cantidad de naufragios ocurridos en sus costas. Por suerte hoy en día y gracias a los faros que se han ido edificando las cosas han mejorado mucho, aunque el peligro sigue estando ahí. Como dijo una de las mariscadoras entrevistadas: «casi todas las familias han perdido a alguien en el mar«.

En el programa, además de las fabulosas vistas de la costa gallega (un lujo poder observarlas desde el aire), podréis disfrutar de la entrevista hecha a Cristina, la hija de Cristina Fernández, farera recién jubilada. La familia al completo vivió allí muchos años y no pudo evitar emocionarse al regresar al lugar donde fue tan feliz. Hay que agradecer también a todas las personas que participaron en el proyecto para limpiar el puerto y la ensenada de Camariñas, recogieron nada menos que 3 toneladas de basura. Un comentario para reflexionar: «la basura que tiramos al mar es luego la que nos comemos«. Aunque tengamos cuidado de no contaminar el mar, también podemos participar en solucionar este gravísimo problema, cualquier ayuda es buena.

En fin, os dejo el enlace a la web del programa para que disfrutéis de este viaje.

Os faros da Costa da Morte: concurso de murales de azulejo LAR.

Hace muchos meses que apenas abro el blog. Demasiado tiempo, y ni yo misma podría explicar muy bien el por qué, aunque os podréis hacer una idea: bloqueo, apatía, desilusión, agotamiento, frustración, desencanto, falta de energía. Hemos sufrido un paréntesis de veintitantos meses en nuestras vidas que nos ha robado muchas cosas. Vidas y salud, sobre todo. Pero también las ganas de hacer planes, de tener proyectos, de conocer gente, de ir a sitios. Parece que nos estamos recuperando o que estamos en el buen camino, pero yo pienso que hay pérdidas de las que será difícil resarcirse: miedos, traumas, distancia física (por obligación y a veces por devoción), manías, recelos, mala leche… En fin, iremos viendo poco a poco.

Por lo de ahora vuelvo a escribir para compartir las fotos de una preciosa exposición itinerante que estos días han instalado en A Coruña (en la zona de La Marina). Se trata de las obras participantes en un concurso de murales de azulejo, en el cual participaron varios institutos de Enseñanza Secundaria y diferentes asociaciones gallegas. En ellas se recrearon, con mucho gusto además, faros da Costa da Morte. Yo ya tengo mi favorito, ¡a ver por cuál apostáis!

Nuevo libro sobre faros de Félix González Muñiz.

Tras la publicación de «Faros del mar Cantábrico» y «Faros de Asturias» ahora Félix González Muñiz, fotógrafo náutico, publica «Faros de Galicia: casas de luz«, una selección de sus mejores fotografías de los faros gallegos desde Illa Pancha hasta cabo Silleiro. Un trabajo que imagino le habrá llevado muchos meses, quizá años, reunir. Las fotos vienen acompañadas por los textos de José Manuel Díaz, capitán de la Marina Mercante además de filólogo (curiosa combinación).

Las fotografías que os comparto son impresionantes, como podéis apreciar. Cuatro faros emblemáticos, Cíes, Fisterra y Robaleira – Cabo Home, fotografiados desde el aire para apreciar plenamente el entorno que les rodea. Una visión privilegiada de estas construcciones que normalmente no podemos disfrutar así como así. Si queréis ver éste y otros libros o haceros con alguno de ellos, no dejéis de visitar su página web. Espero que os emocionen tanto como a mí.

Faro de cabo Silleiro, Baiona (Pontevedra).

Para celebrar que comienza un año que ojalá traiga mucha esperanza y buenas noticias, y también para agradeceros vuestras felicitaciones navideñas y cumpleañeras y vuestras bonitas palabras de ánimo, hoy os llevaré a la famosa villa de Baiona la Real para visitar un faro espléndido al que le espera un triste futuro como hotel, abierto solo a quien pueda pagarlo. Con lo que él ha trabajado para todos… Esperemos que los desacuerdos entre Concello y Autoridad Portuaria no terminen nunca. En fin, que hoy hablaremos del espléndido faro de cabo Silleiro.

La ubicación actual del edificio que conocemos no es la primera que tuvo; el primitivo faro de Silleiro fue construido en el siglo XIX prácticamente a nivel del mar y a pocos metros del agua. Y la torre actual se levantó ya en los años 20 del siglo pasado, a unos 700 metros de distancia. Vamos, pues, a conocer la historia de esta luz.

El viejo faro de Silleiro.

El señor inspector de faros don Toribio de Areitio viajó a la provincia de Pontevedra en 1858 para estudiar la posible construcción de nuevas y necesarias torres. De su visita surgió la decisión de levantar los faros de Ons y Silleiro. Este último proyecto, el que hoy nos ocupa, fue encargado un año después al ingeniero don Joaquín Bellido, quien decidió la ubicación exacta del faro a 25 metros de la orilla del mar y a 2 metros sobre el nivel del agua; esto último obligó a elevar el edificio sobre un talud para no ser golpeado por las olas con la marea alta. En esta ubicación se consideraba que cumpliría perfectamente su misión de auxiliar al faro de Cíes guiando a los barcos al entrar en la ría de Vigo desde el sur y hasta que el faro de A Guía los condujera al puerto de la ciudad olívica.

El edificio, de sillería, aún se mantiene dignamente en pie, aunque la torre ha desaparecido; es rectangular, de una sola planta y tenía la torre empotrada en la fachada posterior. Dicha torre, que medía unos diez metros y medio, estaba dividida en dos secciones: la parte integrada en la construcción era de planta cuadrada, y la que sobresalía por encima del tejado era octogonal. La linterna tenía una galería que la rodeaba y que había sido fabricada en Sargadelos. Su luz, blanca y fija, alcanzaba las 17 millas y quedaba a una altura de casi 12 metros sobre el nivel del mar. El edificio estaba acondicionado para acoger a dos fareros. Se terminó de construir en 1862 y se encendió el 31 de marzo de ese año como faro de cuarto orden.

Según una publicación del Puerto de Vigo, el faro funcionó sin descanso exceptuando un período: julio y agosto de 1898, cuando se ordenó el apagado de toda la señalización marítima ante el temor de un ataque de los EE.UU. en nuestras costas, tras habernos declarado la guerra en la que perdimos Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.

Cuarenta años después, exactamente en 1902, se aprobó el Plan de Reforma del Alumbrado de las costas españolas, que se concretó en esta zona en particular en el Plan de Alumbrado y Balizamiento de la ría de Vigo. En él se decidió construir un nuevo faro en cabo Silleiro con un alcance de al menos 30 millas. La idea era que, tras su construcción y la reforma del faro de Ons, se suprimiría definitivamente el servicio del faro de las Cíes. Ooh, sí. Se alegaron muchos motivos para hacerlo, y todo confabulaba para conseguir acabar con él; pero como sabéis que a día de hoy sigue funcionando, cuando consiga subir hasta él os contaré cómo logró escapar a su sentencia de muerte.

Vista del nuevo faro de Silleiro desde su antigua ubicación.

Con este objetivo en mente se decidió que el nuevo faro de Silleiro debía ser de primer orden, ubicarse a una mayor altura [65 metros, exactamente, quedando la luz a 85 metros sobre el nivel del mar] y ser atendido por tres torreros. El proyecto del aparato y linterna se encargó al ingeniero don Rafael de la Cerda y fue aprobado en 1905; y del proyecto del edificio y su torre se encargó don Ramón Martínez de Campos entre 1909 y 1910; seguro que lo recordáis porque él fue quien también llevó a cabo la reforma del faro de Sálvora, y el buen observador podrá ver parecidos razonables entre los dos edificios, como por ejemplo su torre octogonal, incrustada en la fachada oeste e inicialmente pintada de blanco.

Una de las diferencias entre ambos es que en el caso de Silleiro y debido a lo escarpado del terreno, el ingeniero dotó al edificio, con forma de C, de dos plantas para así reforzar la torre, más elevada que la de Sálvora. Don Ramón decidió utilizar materiales como granito, hormigón y arena que podía conseguir muy cerca de la obra. Fue generoso con los espacios para los torreros y sus familias, sabiendo que con mucha frecuencia quedarían aislados en el edificio por culpa de los temporales; además decidió ubicar un horno para el pan y abrir muchas ventanas para que tuvieran tanto luz natural como ventilación.

Sin embargo la Dirección General de Obras Públicas no aprobó su proyecto inicial y lo devolvió diciendo que era imprescindible hacer varios cambios como por ejemplo darle a la torre un acceso desde el vestíbulo inferior, reducir huecos en las fachadas o arreglar el camino de servicio. El proyecto fue reasignado a otro ingeniero, don Mauro Serret [quien reformó el faro de Rebordiño (Muros) y ya anteriormente había modificado el proyecto de don Ramón para el faro de Sálvora. No sé qué tal se llevarían estos dos, aunque imagino que no mal del todo ya que don Mauro respetó al máximo la idea de su predecesor]. Finalmente fue aprobado en 1915. 

La óptica y aparatos (con su lente de Fresnel) se compraron en Alemania a la casa Julius Pintsch, y la linterna a la Maquinista Valenciana. El faro se encendió el 8 de agosto de 1924, con una luz blanca que alcanzaba las 31 millas. El antiguo siguió encendiéndose durante un mes más, para que los navegantes se fueran acostumbrando a la novedad; el apagado, sin embargo, no fue definitivo: la noche del 21 al 22 de diciembre de ese año un incendio (sofocado por los torreros y una de sus hijas) averió la óptica y relojería del nuevo faro y el viejo tuvo que suplirlo. Iban a ser unas semanas, pero el barco que traía las piezas de repuesto también se incendió, así que hasta julio de 1925 no volvió a funcionar.

En 1923, antes de ser encendido, el ingeniero Mauro Serret comenzó ya a proyectar la instalación de un radio-faro, tras el éxito de su funcionamiento en Vilán y Fisterra. El de Silleiro, además de emitir señales radioeléctricas de ayuda a la navegación, también recibiría las emisiones de estos dos faros para así evitar la superposición de señales. Empezó a funcionar en 1926, resultando de gran ayuda ante el aumento del número de buques que navegaban entre Vigo y América. Por supuesto fue modernizado en los años cincuenta.

En 1929 el edificio y la torre fueron revestidos de azulejos blancos incluidas dos franjas rojas, pintándose también de este color la linterna ¡que quedó estupenda! Así se evitaba tener que blanquearlo constantemente por el deterioro de los temporales y la salitre. Y en 1932 el faro fue electrificado.

Entre 1931 y 1981 funcionó allí una sirena de niebla cuya bocina se ubicó en el edificio abandonado del primer faro, que por cierto fue usado por el ejército durante la Guerra Civil y ya no lo abandonó hasta 1955. Se comenta que más tarde fue utilizado también como cuadra.

Entre 1948 y 1952 se realizó una ampliación del edificio para adaptarlo a la instalación de la sirena, el radio-faro y todos sus complementos. Se alargó el edificio con un anexo de una sola planta, perdiendo así su simetría. En 1955 se le acoplaron unas lentes para emitir un haz luminoso que pudiera ser visible e identificado por los aviones hasta unos 20 km de distancia [faro, radio-faro y aerofaro, tres en uno]. En 1959 se le incorporó una estación meteorológica y ya en la década de 1980 fue dotado de una estación de registro del oleaje, cuya boya ha llegado a registrar olas de hasta 14 metros.

En la actualidad el faro está automatizado y depende, cómo no, de la Autoridad Portuaria de Vigo. Llegar hasta allí es bien fácil: salimos de Bayona hacia el oeste por la carretera PO-552, y, mientras disfrutamos de las increíbles vistas del océano y de las Cíes, en un suspiro de cinco minutos llegamos al viejo faro, que está al lado de la playa. Hay sitio de sobra para aparcar y darse un paseo relajado por la zona. Allí descubrí una placa instalada por el concello de Baiona en homenaje a los diez fallecidos en el naufragio del yate noruego Thalassa; ocurrió el 1 de enero de 1949, y sus tripulantes buscaban una vida mejor fuera de la pobreza que sufrían en su país; su barco encalló en los bajos de O Lobo, justo enfrente al viejo faro. Sólo sobrevivió una niña de diez años.

Luego nos acercamos al actual faro ¡imposible no verlo con ese brillo y color! Y por último visitamos unas instalaciones militares abandonadas que estuvieron operativas entre los años 40 y los 90 del siglo XX. Os dejo una galería de fotos para que comprobéis cúanto hay por recorrer allí.

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Baliza de punta Robaleira (Cangas)

Costa da Vela navegando hacia la isla de Ons (año 2017)

Mis queridos lectores ¿os apetece seguirme acompañando en mi periplo por la hermosa costa da Vela? Como os comenté este mes de junio [en la publicación sobre la baliza de Borneira], el pasado invierno, exactamente 19 días antes de que nos confinaran en casa, pude por fin conocer este precioso paraje gallego. Fue una gran despedida a la libertad de ir cuando, a donde y como nos diera la gana.

Pues bien, después de acercarme a la torre de cabo Home y antes de pasear hasta su compañera en punta Subrido, recorrí los trescientos metros que la separan de la baliza roja de Robaleira, que, como podéis ver, luce espléndidamente sus más de cien años. Y atención, no confundir con el faro de Robaleira, en Cedeira, ¡uno de los lugares más maravillosos del mundo!

Punta Robaleira y playa de Melide.

La luz de Robaleira, construida en 1918, forma parte de un plan para iluminar la ría de Vigo impulsado por su espectacular desarrollo como ciudad y como puerto comercial, pesquero y de tráfico de pasajeros [llegaron a coincidir en un solo día hasta 6 trasatlánticos ¡hace un siglo! Y es que Galicia, en apenas 50 años, envió a la emigración entre medio millón y millón y medio de paisanos, según atendáis a las diferentes crónicas y estadísticas].

Anteriormente, en el siglo XIX, los faros de A Guía e Illas Cíes bastaban para su señalización; pero, cuando se volvieron insuficientes, el plan de balizamiento de diciembre de 1902 levantó en la ría tres luces más en las susodichas islas y también en cabo Home, punta Couso, punta Robaleira, punta Subrido, punta Lameda y cabo Estai.

La torre (seamos generosos a pesar de sus 6 metros de altura) de Robaleira es cilíndrica y de sillería, pintada en rojo intenso y con algunos detalles blancos. Tiene dos escaleras de caracol, una interior y otra exterior. Sus luces son blanca y roja y alcanzan entre las 9 y las 11 MN.

El lugar en que se levanta es agreste y rocoso, como podéis ver en la foto de abajo. Y es también un paseo maravilloso y bastante transitado de apenas dos km que os recomiendo tanto si hace sol como si está el día tormentoso, que es cuando a mí más me gusta el mar.

Ojalá que más pronto que tarde estemos de nuevo recorriendo la costa, el interior o lo que nos dé la gana sin más preocupación que la de encontrar el sitio perfecto para sentarse a comer un bocadillo con las mejores vistas. ¡Hasta pronto!