Os faros da Costa da Morte: concurso de murales de azulejo LAR.

Hace muchos meses que apenas abro el blog. Demasiado tiempo, y ni yo misma podría explicar muy bien el por qué, aunque os podréis hacer una idea: bloqueo, apatía, desilusión, agotamiento, frustración, desencanto, falta de energía. Hemos sufrido un paréntesis de veintitantos meses en nuestras vidas que nos ha robado muchas cosas. Vidas y salud, sobre todo. Pero también las ganas de hacer planes, de tener proyectos, de conocer gente, de ir a sitios. Parece que nos estamos recuperando o que estamos en el buen camino, pero yo pienso que hay pérdidas de las que será difícil resarcirse: miedos, traumas, distancia física (por obligación y a veces por devoción), manías, recelos, mala leche… En fin, iremos viendo poco a poco.

Por lo de ahora vuelvo a escribir para compartir las fotos de una preciosa exposición itinerante que estos días han instalado en A Coruña (en la zona de La Marina). Se trata de las obras participantes en un concurso de murales de azulejo, en el cual participaron varios institutos de Enseñanza Secundaria y diferentes asociaciones gallegas. En ellas se recrearon, con mucho gusto además, faros da Costa da Morte. Yo ya tengo mi favorito, ¡a ver por cuál apostáis!

Faro de cabo Silleiro, Baiona (Pontevedra).

Para celebrar que comienza un año que ojalá traiga mucha esperanza y buenas noticias, y también para agradeceros vuestras felicitaciones navideñas y cumpleañeras y vuestras bonitas palabras de ánimo, hoy os llevaré a la famosa villa de Baiona la Real para visitar un faro espléndido al que le espera un triste futuro como hotel, abierto solo a quien pueda pagarlo. Con lo que él ha trabajado para todos… Esperemos que los desacuerdos entre Concello y Autoridad Portuaria no terminen nunca. En fin, que hoy hablaremos del espléndido faro de cabo Silleiro.

La ubicación actual del edificio que conocemos no es la primera que tuvo; el primitivo faro de Silleiro fue construido en el siglo XIX prácticamente a nivel del mar y a pocos metros del agua. Y la torre actual se levantó ya en los años 20 del siglo pasado, a unos 700 metros de distancia. Vamos, pues, a conocer la historia de esta luz.

El viejo faro de Silleiro.

El señor inspector de faros don Toribio de Areitio viajó a la provincia de Pontevedra en 1858 para estudiar la posible construcción de nuevas y necesarias torres. De su visita surgió la decisión de levantar los faros de Ons y Silleiro. Este último proyecto, el que hoy nos ocupa, fue encargado un año después al ingeniero don Joaquín Bellido, quien decidió la ubicación exacta del faro a 25 metros de la orilla del mar y a 2 metros sobre el nivel del agua; esto último obligó a elevar el edificio sobre un talud para no ser golpeado por las olas con la marea alta. En esta ubicación se consideraba que cumpliría perfectamente su misión de auxiliar al faro de Cíes guiando a los barcos al entrar en la ría de Vigo desde el sur y hasta que el faro de A Guía los condujera al puerto de la ciudad olívica.

El edificio, de sillería, aún se mantiene dignamente en pie, aunque la torre ha desaparecido; es rectangular, de una sola planta y tenía la torre empotrada en la fachada posterior. Dicha torre, que medía unos diez metros y medio, estaba dividida en dos secciones: la parte integrada en la construcción era de planta cuadrada, y la que sobresalía por encima del tejado era octogonal. La linterna tenía una galería que la rodeaba y que había sido fabricada en Sargadelos. Su luz, blanca y fija, alcanzaba las 17 millas y quedaba a una altura de casi 12 metros sobre el nivel del mar. El edificio estaba acondicionado para acoger a dos fareros. Se terminó de construir en 1862 y se encendió el 31 de marzo de ese año como faro de cuarto orden.

Según una publicación del Puerto de Vigo, el faro funcionó sin descanso exceptuando un período: julio y agosto de 1898, cuando se ordenó el apagado de toda la señalización marítima ante el temor de un ataque de los EE.UU. en nuestras costas, tras habernos declarado la guerra en la que perdimos Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.

Cuarenta años después, exactamente en 1902, se aprobó el Plan de Reforma del Alumbrado de las costas españolas, que se concretó en esta zona en particular en el Plan de Alumbrado y Balizamiento de la ría de Vigo. En él se decidió construir un nuevo faro en cabo Silleiro con un alcance de al menos 30 millas. La idea era que, tras su construcción y la reforma del faro de Ons, se suprimiría definitivamente el servicio del faro de las Cíes. Ooh, sí. Se alegaron muchos motivos para hacerlo, y todo confabulaba para conseguir acabar con él; pero como sabéis que a día de hoy sigue funcionando, cuando consiga subir hasta él os contaré cómo logró escapar a su sentencia de muerte.

Vista del nuevo faro de Silleiro desde su antigua ubicación.

Con este objetivo en mente se decidió que el nuevo faro de Silleiro debía ser de primer orden, ubicarse a una mayor altura [65 metros, exactamente, quedando la luz a 85 metros sobre el nivel del mar] y ser atendido por tres torreros. El proyecto del aparato y linterna se encargó al ingeniero don Rafael de la Cerda y fue aprobado en 1905; y del proyecto del edificio y su torre se encargó don Ramón Martínez de Campos entre 1909 y 1910; seguro que lo recordáis porque él fue quien también llevó a cabo la reforma del faro de Sálvora, y el buen observador podrá ver parecidos razonables entre los dos edificios, como por ejemplo su torre octogonal, incrustada en la fachada oeste e inicialmente pintada de blanco.

Una de las diferencias entre ambos es que en el caso de Silleiro y debido a lo escarpado del terreno, el ingeniero dotó al edificio, con forma de C, de dos plantas para así reforzar la torre, más elevada que la de Sálvora. Don Ramón decidió utilizar materiales como granito, hormigón y arena que podía conseguir muy cerca de la obra. Fue generoso con los espacios para los torreros y sus familias, sabiendo que con mucha frecuencia quedarían aislados en el edificio por culpa de los temporales; además decidió ubicar un horno para el pan y abrir muchas ventanas para que tuvieran tanto luz natural como ventilación.

Sin embargo la Dirección General de Obras Públicas no aprobó su proyecto inicial y lo devolvió diciendo que era imprescindible hacer varios cambios como por ejemplo darle a la torre un acceso desde el vestíbulo inferior, reducir huecos en las fachadas o arreglar el camino de servicio. El proyecto fue reasignado a otro ingeniero, don Mauro Serret [quien reformó el faro de Rebordiño (Muros) y ya anteriormente había modificado el proyecto de don Ramón para el faro de Sálvora. No sé qué tal se llevarían estos dos, aunque imagino que no mal del todo ya que don Mauro respetó al máximo la idea de su predecesor]. Finalmente fue aprobado en 1915. 

La óptica y aparatos (con su lente de Fresnel) se compraron en Alemania a la casa Julius Pintsch, y la linterna a la Maquinista Valenciana. El faro se encendió el 8 de agosto de 1924, con una luz blanca que alcanzaba las 31 millas. El antiguo siguió encendiéndose durante un mes más, para que los navegantes se fueran acostumbrando a la novedad; el apagado, sin embargo, no fue definitivo: la noche del 21 al 22 de diciembre de ese año un incendio (sofocado por los torreros y una de sus hijas) averió la óptica y relojería del nuevo faro y el viejo tuvo que suplirlo. Iban a ser unas semanas, pero el barco que traía las piezas de repuesto también se incendió, así que hasta julio de 1925 no volvió a funcionar.

En 1923, antes de ser encendido, el ingeniero Mauro Serret comenzó ya a proyectar la instalación de un radio-faro, tras el éxito de su funcionamiento en Vilán y Fisterra. El de Silleiro, además de emitir señales radioeléctricas de ayuda a la navegación, también recibiría las emisiones de estos dos faros para así evitar la superposición de señales. Empezó a funcionar en 1926, resultando de gran ayuda ante el aumento del número de buques que navegaban entre Vigo y América. Por supuesto fue modernizado en los años cincuenta.

En 1929 el edificio y la torre fueron revestidos de azulejos blancos incluidas dos franjas rojas, pintándose también de este color la linterna ¡que quedó estupenda! Así se evitaba tener que blanquearlo constantemente por el deterioro de los temporales y la salitre. Y en 1932 el faro fue electrificado.

Entre 1931 y 1981 funcionó allí una sirena de niebla cuya bocina se ubicó en el edificio abandonado del primer faro, que por cierto fue usado por el ejército durante la Guerra Civil y ya no lo abandonó hasta 1955. Se comenta que más tarde fue utilizado también como cuadra.

Entre 1948 y 1952 se realizó una ampliación del edificio para adaptarlo a la instalación de la sirena, el radio-faro y todos sus complementos. Se alargó el edificio con un anexo de una sola planta, perdiendo así su simetría. En 1955 se le acoplaron unas lentes para emitir un haz luminoso que pudiera ser visible e identificado por los aviones hasta unos 20 km de distancia [faro, radio-faro y aerofaro, tres en uno]. En 1959 se le incorporó una estación meteorológica y ya en la década de 1980 fue dotado de una estación de registro del oleaje, cuya boya ha llegado a registrar olas de hasta 14 metros.

En la actualidad el faro está automatizado y depende, cómo no, de la Autoridad Portuaria de Vigo. Llegar hasta allí es bien fácil: salimos de Bayona hacia el oeste por la carretera PO-552, y, mientras disfrutamos de las increíbles vistas del océano y de las Cíes, en un suspiro de cinco minutos llegamos al viejo faro, que está al lado de la playa. Hay sitio de sobra para aparcar y darse un paseo relajado por la zona. Allí descubrí una placa instalada por el concello de Baiona en homenaje a los diez fallecidos en el naufragio del yate noruego Thalassa; ocurrió el 1 de enero de 1949, y sus tripulantes buscaban una vida mejor fuera de la pobreza que sufrían en su país; su barco encalló en los bajos de O Lobo, justo enfrente al viejo faro. Sólo sobrevivió una niña de diez años.

Luego nos acercamos al actual faro ¡imposible no verlo con ese brillo y color! Y por último visitamos unas instalaciones militares abandonadas que estuvieron operativas entre los años 40 y los 90 del siglo XX. Os dejo una galería de fotos para que comprobéis cúanto hay por recorrer allí.

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Faro de Robaleira (Cedeira)

La primera vez que visité Cedeira, quizá en 2011 (hace ya un par de años) pude ver desde la zona del puerto un pequeño y blanquísimo faro que se encontraba justo enfrente, al otro lado de la ría. Desde lejos ya me pareció una maravilla, pero como en aquella ocasión no tenía tiempo de acercarme lo tuve que dejar para otro día. Cuando quise informarme de cómo llegar hasta él no encontré mapa que me lo aclarase. Pero, gracias a las amables indicaciones de un lector del blog llamado Andrés, pude conocer al fin el buen camino. Él me explicó que, una vez en Cedeira, tenía que recorrer hasta el final la playa de la Magdalena; desde allí sale un camino asfaltado y empinado que unos metros más arriba se divide en dos; hay que aparcar entonces el coche donde buenamente se pueda, y seguir el camino de tierra de la derecha; durante unos dos o tres km paseamos por el medio de un espeso bosque de eucaliptos, robles, castaños y helechos. Varios carteles nos tranquilizan sobre que no nos hemos perdido, y nos permiten disfrutar de la tranquilidad, la paz y los sonidos de la naturaleza. Un maravilloso paseo que apenas duró una hora y que por supuesto no nos cansó en absoluto.

El faro se encuentra en un terreno a unos catorce metros sobre el nivel del mar, en la llamada Punta de Robaleira (parece ser que porque allí había abundancia de róbalos – o lubinas de toda la vida -). Fue construido en 1861 por Celedonio de Uribe (un ingeniero fundamental en la historia de los faros gallegos, algún día hablaré largo y tendido sobre él), dentro del Plan General de Balizamiento de 1858, una vez construidos ya los grandes faros. El objetivo era auxiliar la entrada al puerto de Cedeira en caso de temporal. Para facilitar el trabajo de construcción, tanto los obreros como los materiales llegaban en lanchas desde Cedeira, mucho más práctico que recorrer el monte, dónde va a parar. Entró en servicio el 15 de julio de 1862 como faro de sexto orden, el mismísimo día que los faros de A Palma y monte Louro. Su luz era blanca y fija, se elevaba (y eleva) a 27 metros sobre el nivel del mar y alcanzaba las 9 MN.

En 1926 su luz pasó de ser fija a tener ocultaciones. Estuvo habitado hasta 1954, que fue cuando entró en funcionamiento el faro de punta Candieira, al norte de Cedeira; en la actualidad está automatizado. La torre, cubierta de azulejos blancos en tres de sus lados, es hexagonal, tiene 5 metros de altura y está incrustada en la fachada trasera. Su luz es blanca y alcanza las 10 millas. Es un faro sencillo, ya que estaba destinado para un único torrero (y su familia, no la olvidemos), con el edificio pintado de blanco para darle gran visibilidad, y prácticamente igual, aunque más pequeño, que el de monte Louro, en Muros, que aún no he visitado. Lógico, ya que ambos fueros diseñados a la vez por don Celedonio.

Vista desde el puertode Cedeira.

Vista desde el puerto de Cedeira.

Os dejo aquí arriba una fotografía de cómo se ve el faro desde el puerto de Cedeira, que es la primera imagen que tuve yo de él.

En la parte anterior del faro hay una puerta con una placa azul del Puerto de Ferrol que dice así:

Nada hay tan valioso en el interior de esta señal marítima como la vida de los navegantes que de su buen funcionamiento depende.

Una pena que sea necesario recordarlo, porque si la han colocado por algo será.

En fin, sólo queda recomendaros una visita pausada a esta comarca gallega; un precioso y auténtico rincón en el norte de la provincia coruñesa, que tiene muchas sorpresas escondidas; empezando con este faro, claro que sí, pero también otras que os iré descubriendo poco a poco…

Faro de la isla de Sálvora (Riveira).

 

La isla de Sálvora es de las más desconocidas del Parque Nacional das Illas Atlánticas. Perteneció a la Iglesia hace siglos, fue ocupada por los sarracenos (aunque enseguida fueron expulsados de allí) y, con permiso de los señores de Mariño, los vecinos de Carreira la utilizaron para labranza hasta que sobre el año 1770 se instaló allí una fábrica de salazón de pescado (reformada como el actual pazo de Sálvora); desde entonces hubo pleitos entre los vecinos y los ricachones que se querían quedar la isla en exclusiva para su ocio y sus negocios; a principios del siglo XIX algunos vecinos llegaron a formar allí una aldea a cambio de entregar a los amos la mitad de lo que obtenían de su trabajo. Desde 1972 la aldea está abandonada, es Parque Nacional desde 2002 y en la actualidad la isla pertenece al Ministerio de Medio Ambiente y a la Xunta de Galicia.

La isla se puede visitar (sólo en verano, pero hasta hace poco ni siquiera eso) en alguno de los barcos que salen desde Riveira, O Grove o Vilagarcía, por ejemplo; y es una excursión muy apetecible ¡sobre todo si os gustan los faros y las islas tanto como a mí! Nada más llegar allí nos recibió la estatua de a Serea de Sálvora, Mariña, de quien se dice que fue la madre de los primeros propietarios de la isla, la familia Mariño. Esta leyenda y muchas otras nos las fue contando el amabilísimo guía que nos acompañó todo el camino. Nos llevó por unos senderos señalizados de los que no se nos permitió salir, para no molestar a los animales y a las plantas, que tienen allí un auténtico paraíso. Entre ellos hay caballos y ciervos, tan bien escondidos que no los pudimos ni ver (aunque el guía nos aseguró haberlos escuchado en alguna ocasión). Todo está muy cuidado y bien protegido, no hay papeleras ni baños públicos (hay que aguantarse hasta volver al barco…)

Según reza en un cartel allí colocado, el faro primitivo, de cuarto orden, se construyó en 1852 y se encendió el 19 de octubre de 1853 para indicar la posición de la isla y la mejor entrada en la ría de Arousa, siempre apoyando al de Corrubedo, desde luego. El proyecto se encargó a Celedonio de Uribe, quien lo ubicó en punta Besugueiros, al sur de Sálvora. Como faro isleño, exigía la presencia de dos torreros más sus familias, pero el ingeniero diseñó un edificio más bien pequeño con forma de hexágono irregular y con la torre, de unos 6 metros de altura, insertada en el centro. Su luz era blanca y fija pero con destellos rojos, y alcanzaba las 10 MN. Las condiciones de vida eran miserables por lo reducido de los espacios, a pesar de lo cual don Celedonio debió quedar muy satisfecho porque copió muchos detalles en el faro de la isla de Arousa.

Con el Plan de Reforma del Alumbrado Marítimo de 1902 se estudió la necesidad de que el faro alumbrase también el interior de la ría de Arousa para guiar el creciente tráfico marítimo. Hubo ahí un tira y afloja entre construir un segundo faro sin apagar el primero o bien desplazar este a una nueva ubicación (no me queda muy claro si pensaban levantarlo y moverlo y que sea lo que Dios quiera o cegarlo y edificar uno nuevo en otra parte). En 1904 se aprobó una Real Orden que decidió dejar una sola luz en un lugar más elevado, y así balizar los bajos de Corrubedo al tiempo que se iluminaba el interior de la ría. El proyecto se encargó a Ramón Martínez de Campos, quien escogió una zona cercana al viejo faro donde la luz pasaría de estar de 25 a 40 metros sobre el nivel del mar. Diseñó un amplio edificio en forma de U para acoger a los tres torreros y sus familias, y una torre octogonal de sillería de 12 metros de altura adosada a la fachada posterior. El ingeniero Mauro Serret modificó algunos detalles como añadir una parte cilíndrica entre la torre y la linterna, en el medio de los dos balconcillos. Las obras empezaron en 1912 pero hasta el 5 de diciembre de 1921 no fue encendido por retrasos en la instalación de la linterna, una tarea encargada a Rafael de la Cerda. A principios de ese mismo año, el 2 de enero, ocurrió el peor naufragio de la zona: el del vapor Santa Isabel, en el que fallecieron 213 personas, muchos de clase humilde que marchaban hacia América; los pocos vecinos de la isla (sobre todo mujeres) que no estaban en Riveira celebrando el Año Nuevo ayudaron en el rescate de los 53 supervivientes. ¡Otra historia de valor y solidaridad del pueblo gallego! Os enlazo un vídeo de la Televisión de Galicia con un pequeño reportaje de 7 minutos sobre esta historia.

Los restos del antiguo faro parece ser que se utilizaron para adornar la fuente de Santa Catalina (en la misma isla), para un lavadero y para añadir unas torres a un almacén. En 1925 empezó a funcionar un radio-faro para emitir señales como ayuda a la navegación en días de niebla. El edificio fue revestido de azulejos en 1930, respetando la franja roja que se pintó originalmente, para darle el aspecto que tiene hoy en día. En 1978 se reformaron las viviendas pero a peor y se implantó un sistema de turnos rotatorios que no cuajó y sólo consiguió cambios constantes de personal; afortunadamente rectificaron, el edificio se adecuó para que el personal residiera de forma permanente y poder tener así descansos majos.

El faro depende de la Autoridad Portuaria de Vilagarcía de Arousa; está habitado por dos fareros (un hombre y una mujer, a día de hoy, en 2013) que se turnan para cubrir los 12 meses del año. Su luz es blanca y alcanza las 21 millas. No es posible acercarse mucho puesto que una verja lo rodea completamente, pero lo que vi me pareció un tanto descuidado; como podéis ver por las fotos, me dio la sensación de que lo estaban acondicionando.

Nada más inaugurarlo hubo que demoler toneladas de rocas que interrumpían el haz de luz (un pequeño error de cálculo en la altura del plano focal). En realidad la isla es pura roca, y está rodeada también de islotes pedregosos que dificultan la navegación. Varias leyendas aseguran que cada una de esas piedras es alguno de los guerreros que intentaron invadir Galicia en los tiempos en que los oestrymnios (un pueblo anterior a los celtas) habitaban estas tierras, y que fueron encantados para evitar sus propósitos.

Pero de todas las historias y leyendas que escuché y leí sobre Sálvora la que más me gustó fue «Na noite estrelecida«, («En la noche estrellada») de Ramón Cabanillas,  publicada en 1926. El autor hace una versión libre de los mitos artúricos (¡una de mis grandísimas debilidades!) excaliburmezclándolos con elementos celtas, y ubica en Galicia los principales hechos de las leyendas del rey Arturo y sus caballeros. Está formada por tres partes; en la primera, «A espada Escalibor», sitúa la isla de Sálvora como el lugar donde aparece esta mítica espada y de donde sólo Arturo conseguirá arrancarla. Después será O Cebreiro donde Galahaz encuentre el Santo Grial; y, finalmente, en algún recóndito lugar de Galicia duerme el rey Arturo esperando ser despertado de su sueño. Ya me gustaría a mí estar allí cuando despierte…

Faro do Roncudo, Corme (Ponteceso)

Dicen que el nombre de Cabo Roncudo procede del ronco rumor del mar cuando se estrella contra las rocas. En ellas, los hombres y mujeres de Corme arriesgan sus vidas escapando de olas y remolinos para obtener el mejor y más sabroso percebe del mundo. Pero han muerto tantos allí que la zona está sembrada de cruces blancas como las que se ven en la foto de la derecha. Es además cementerio de decenas de barcos naufragados, como tantos otros cabos en A Costa da Morte: el barco austríaco Óscar en 1899, el pesquero Gladiator en 1907 o el carbonero griego Anastasis en 1919, por ejemplo.

El faro está situado en un entorno salvaje e increíblemente fantástico, lleno de tojos y rocas de granito erosionadas por el viento, muchas de ellas cubiertas de liquen. No es un faro demasiado bonito, y, efectivamente, pude comprobar que es gemelo de aquel otro de Laxe del cual ya hablé en marzo. Mide 11 metros de altura y su luz, que es blanca y de cuarto orden, se eleva a 38 metros sobre el nivel del mar, alcanzando las 10 MN; está cubierto de azulejos blancos y su linterna no está acristalada. Sin embargo, su aspecto deslucido en medio de ese paisaje agreste es de lo más apropiado.

Se decidió construir este faro a principios del siglo XX, con el Plan General de Balizamiento de 1904. Sin embargo, a pesar de que se reconocía que esta punta era especialmente peligrosa, su construcción no se aprobó hasta 1919, e incluía, entre otros, el de Laxe. El proyecto, encargado a Francisco Godínez, especificaba que se levantaría una torre sencilla y sin vivienda para el personal, dado que estaría automatizada. El faro entró en funcionamiento en 1920.

Para llegar hasta allí hay una buena carretera de unos dos kilómetros que sale desde el final del puerto de Corme ¡pero hay que estar muy atentos para encontrarla! La zona está muy cuidada, y unos metros antes de llegar al faro tienen mesas y bancos de piedra para los turistas; el problema es que el fuerte viento hace desagradable estar allí sentado e imposible dejar cosas en las mesas sin que salgan volando. Así es que al final acabamos por ir a comer a unas mesitas que hay en la praia da Hermida, a la salida de Corme, y, de paso, conocer la famosa Pedra da Serpe, que, según la leyenda, está allí desde que San Hadrián (el mismo que tiene una ermita enfrente de las Islas Sisargas, sí) libró de forma milagrosa a la parroquia de una plaga de serpientes, encantándolas debajo de esta piedra. No obstante, parece que se trata de algún antiquísimo culto pagano que la Iglesia quiso cristianizar colocando encima la cruz.

Pero antes de ir hasta a Pedra da Serpe decidí parar en alguno de los lugares de tapeo que hay en Corme porque ¡es impensable haber estado allí y no probar los famosos percebes do Roncudo! Dicen que son tan sabrosos gracias a que la fuerza del mar en esa zona les hace desarrollar músculo para agarrarse bien a las rocas; desde luego a mí me parecieron deliciosos. La bandeja que se ve en la foto es sólo media ración y no aparecía en la carta, pero hablando con el camarero accedieron a servirla así, ante mi acertada sospecha de que me la tendría que comer yo sola.

A la vuelta de Corme pasamos por un sitio realmente curioso: la capilla de A Nosa Señora do Faro, en el Monte de O Faro, a pocos kilómetros del pueblo. ¡Cómo no acercarse a conocer un lugar con ese nombre! Parece que antiguamente allí se encendían hogueras para guiar a los barcos o avisar de la llegada del enemigo. La capilla se levantó en 1959 y fue costeada por un emigrante. La torre mide nada menos que 39 metros, a mí me pareció un poco desproporcionada en relación con el resto del edificio, pero vale la pena acercarse a visitarla.