Faro de cabo Silleiro, Baiona (Pontevedra).

Para celebrar que comienza un año que ojalá traiga mucha esperanza y buenas noticias, y también para agradeceros vuestras felicitaciones navideñas y cumpleañeras y vuestras bonitas palabras de ánimo, hoy os llevaré a la famosa villa de Baiona la Real para visitar un faro espléndido al que le espera un triste futuro como hotel, abierto solo a quien pueda pagarlo. Con lo que él ha trabajado para todos… Esperemos que los desacuerdos entre Concello y Autoridad Portuaria no terminen nunca. En fin, que hoy hablaremos del espléndido faro de cabo Silleiro.

La ubicación actual del edificio que conocemos no es la primera que tuvo; el primitivo faro de Silleiro fue construido en el siglo XIX prácticamente a nivel del mar y a pocos metros del agua. Y la torre actual se levantó ya en los años 20 del siglo pasado, a unos 700 metros de distancia. Vamos, pues, a conocer la historia de esta luz.

El viejo faro de Silleiro.

El señor inspector de faros don Toribio de Areitio viajó a la provincia de Pontevedra en 1858 para estudiar la posible construcción de nuevas y necesarias torres. De su visita surgió la decisión de levantar los faros de Ons y Silleiro. Este último proyecto, el que hoy nos ocupa, fue encargado un año después al ingeniero don Joaquín Bellido, quien decidió la ubicación exacta del faro a 25 metros de la orilla del mar y a 2 metros sobre el nivel del agua; esto último obligó a elevar el edificio sobre un talud para no ser golpeado por las olas con la marea alta. En esta ubicación se consideraba que cumpliría perfectamente su misión de auxiliar al faro de Cíes guiando a los barcos al entrar en la ría de Vigo desde el sur y hasta que el faro de A Guía los condujera al puerto de la ciudad olívica.

El edificio, de sillería, aún se mantiene dignamente en pie, aunque la torre ha desaparecido; es rectangular, de una sola planta y tenía la torre empotrada en la fachada posterior. Dicha torre, que medía unos diez metros y medio, estaba dividida en dos secciones: la parte integrada en la construcción era de planta cuadrada, y la que sobresalía por encima del tejado era octogonal. La linterna tenía una galería que la rodeaba y que había sido fabricada en Sargadelos. Su luz, blanca y fija, alcanzaba las 17 millas y quedaba a una altura de casi 12 metros sobre el nivel del mar. El edificio estaba acondicionado para acoger a dos fareros. Se terminó de construir en 1862 y se encendió el 31 de marzo de ese año como faro de cuarto orden.

Según una publicación del Puerto de Vigo, el faro funcionó sin descanso exceptuando un período: julio y agosto de 1898, cuando se ordenó el apagado de toda la señalización marítima ante el temor de un ataque de los EE.UU. en nuestras costas, tras habernos declarado la guerra en la que perdimos Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.

Cuarenta años después, exactamente en 1902, se aprobó el Plan de Reforma del Alumbrado de las costas españolas, que se concretó en esta zona en particular en el Plan de Alumbrado y Balizamiento de la ría de Vigo. En él se decidió construir un nuevo faro en cabo Silleiro con un alcance de al menos 30 millas. La idea era que, tras su construcción y la reforma del faro de Ons, se suprimiría definitivamente el servicio del faro de las Cíes. Ooh, sí. Se alegaron muchos motivos para hacerlo, y todo confabulaba para conseguir acabar con él; pero como sabéis que a día de hoy sigue funcionando, cuando consiga subir hasta él os contaré cómo logró escapar a su sentencia de muerte.

Vista del nuevo faro de Silleiro desde su antigua ubicación.

Con este objetivo en mente se decidió que el nuevo faro de Silleiro debía ser de primer orden, ubicarse a una mayor altura [65 metros, exactamente, quedando la luz a 85 metros sobre el nivel del mar] y ser atendido por tres torreros. El proyecto del aparato y linterna se encargó al ingeniero don Rafael de la Cerda y fue aprobado en 1905; y del proyecto del edificio y su torre se encargó don Ramón Martínez de Campos entre 1909 y 1910; seguro que lo recordáis porque él fue quien también llevó a cabo la reforma del faro de Sálvora, y el buen observador podrá ver parecidos razonables entre los dos edificios, como por ejemplo su torre octogonal, incrustada en la fachada oeste e inicialmente pintada de blanco.

Una de las diferencias entre ambos es que en el caso de Silleiro y debido a lo escarpado del terreno, el ingeniero dotó al edificio, con forma de C, de dos plantas para así reforzar la torre, más elevada que la de Sálvora. Don Ramón decidió utilizar materiales como granito, hormigón y arena que podía conseguir muy cerca de la obra. Fue generoso con los espacios para los torreros y sus familias, sabiendo que con mucha frecuencia quedarían aislados en el edificio por culpa de los temporales; además decidió ubicar un horno para el pan y abrir muchas ventanas para que tuvieran tanto luz natural como ventilación.

Sin embargo la Dirección General de Obras Públicas no aprobó su proyecto inicial y lo devolvió diciendo que era imprescindible hacer varios cambios como por ejemplo darle a la torre un acceso desde el vestíbulo inferior, reducir huecos en las fachadas o arreglar el camino de servicio. El proyecto fue reasignado a otro ingeniero, don Mauro Serret [quien reformó el faro de Rebordiño (Muros) y ya anteriormente había modificado el proyecto de don Ramón para el faro de Sálvora. No sé qué tal se llevarían estos dos, aunque imagino que no mal del todo ya que don Mauro respetó al máximo la idea de su predecesor]. Finalmente fue aprobado en 1915. 

La óptica y aparatos (con su lente de Fresnel) se compraron en Alemania a la casa Julius Pintsch, y la linterna a la Maquinista Valenciana. El faro se encendió el 8 de agosto de 1924, con una luz blanca que alcanzaba las 31 millas. El antiguo siguió encendiéndose durante un mes más, para que los navegantes se fueran acostumbrando a la novedad; el apagado, sin embargo, no fue definitivo: la noche del 21 al 22 de diciembre de ese año un incendio (sofocado por los torreros y una de sus hijas) averió la óptica y relojería del nuevo faro y el viejo tuvo que suplirlo. Iban a ser unas semanas, pero el barco que traía las piezas de repuesto también se incendió, así que hasta julio de 1925 no volvió a funcionar.

En 1923, antes de ser encendido, el ingeniero Mauro Serret comenzó ya a proyectar la instalación de un radio-faro, tras el éxito de su funcionamiento en Vilán y Fisterra. El de Silleiro, además de emitir señales radioeléctricas de ayuda a la navegación, también recibiría las emisiones de estos dos faros para así evitar la superposición de señales. Empezó a funcionar en 1926, resultando de gran ayuda ante el aumento del número de buques que navegaban entre Vigo y América. Por supuesto fue modernizado en los años cincuenta.

En 1929 el edificio y la torre fueron revestidos de azulejos blancos incluidas dos franjas rojas, pintándose también de este color la linterna ¡que quedó estupenda! Así se evitaba tener que blanquearlo constantemente por el deterioro de los temporales y la salitre. Y en 1932 el faro fue electrificado.

Entre 1931 y 1981 funcionó allí una sirena de niebla cuya bocina se ubicó en el edificio abandonado del primer faro, que por cierto fue usado por el ejército durante la Guerra Civil y ya no lo abandonó hasta 1955. Se comenta que más tarde fue utilizado también como cuadra.

Entre 1948 y 1952 se realizó una ampliación del edificio para adaptarlo a la instalación de la sirena, el radio-faro y todos sus complementos. Se alargó el edificio con un anexo de una sola planta, perdiendo así su simetría. En 1955 se le acoplaron unas lentes para emitir un haz luminoso que pudiera ser visible e identificado por los aviones hasta unos 20 km de distancia [faro, radio-faro y aerofaro, tres en uno]. En 1959 se le incorporó una estación meteorológica y ya en la década de 1980 fue dotado de una estación de registro del oleaje, cuya boya ha llegado a registrar olas de hasta 14 metros.

En la actualidad el faro está automatizado y depende, cómo no, de la Autoridad Portuaria de Vigo. Llegar hasta allí es bien fácil: salimos de Bayona hacia el oeste por la carretera PO-552, y, mientras disfrutamos de las increíbles vistas del océano y de las Cíes, en un suspiro de cinco minutos llegamos al viejo faro, que está al lado de la playa. Hay sitio de sobra para aparcar y darse un paseo relajado por la zona. Allí descubrí una placa instalada por el concello de Baiona en homenaje a los diez fallecidos en el naufragio del yate noruego Thalassa; ocurrió el 1 de enero de 1949, y sus tripulantes buscaban una vida mejor fuera de la pobreza que sufrían en su país; su barco encalló en los bajos de O Lobo, justo enfrente al viejo faro. Sólo sobrevivió una niña de diez años.

Luego nos acercamos al actual faro ¡imposible no verlo con ese brillo y color! Y por último visitamos unas instalaciones militares abandonadas que estuvieron operativas entre los años 40 y los 90 del siglo XX. Os dejo una galería de fotos para que comprobéis cúanto hay por recorrer allí.

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Baliza de punta Robaleira (Cangas)

Costa da Vela navegando hacia la isla de Ons (año 2017)

Mis queridos lectores ¿os apetece seguirme acompañando en mi periplo por la hermosa costa da Vela? Como os comenté este mes de junio [en la publicación sobre la baliza de Borneira], el pasado invierno, exactamente 19 días antes de que nos confinaran en casa, pude por fin conocer este precioso paraje gallego. Fue una gran despedida a la libertad de ir cuando, a donde y como nos diera la gana.

Pues bien, después de acercarme a la torre de cabo Home y antes de pasear hasta su compañera en punta Subrido, recorrí los trescientos metros que la separan de la baliza roja de Robaleira, que, como podéis ver, luce espléndidamente sus más de cien años. Y atención, no confundir con el faro de Robaleira, en Cedeira, ¡uno de los lugares más maravillosos del mundo!

Punta Robaleira y playa de Melide.

La luz de Robaleira, construida en 1918, forma parte de un plan para iluminar la ría de Vigo impulsado por su espectacular desarrollo como ciudad y como puerto comercial, pesquero y de tráfico de pasajeros [llegaron a coincidir en un solo día hasta 6 trasatlánticos ¡hace un siglo! Y es que Galicia, en apenas 50 años, envió a la emigración entre medio millón y millón y medio de paisanos, según atendáis a las diferentes crónicas y estadísticas].

Anteriormente, en el siglo XIX, los faros de A Guía e Illas Cíes bastaban para su señalización; pero, cuando se volvieron insuficientes, el plan de balizamiento de diciembre de 1902 levantó en la ría tres luces más en las susodichas islas y también en cabo Home, punta Couso, punta Robaleira, punta Subrido, punta Lameda y cabo Estai.

La torre (seamos generosos a pesar de sus 6 metros de altura) de Robaleira es cilíndrica y de sillería, pintada en rojo intenso y con algunos detalles blancos. Tiene dos escaleras de caracol, una interior y otra exterior. Sus luces son blanca y roja y alcanzan entre las 9 y las 11 MN.

El lugar en que se levanta es agreste y rocoso, como podéis ver en la foto de abajo. Y es también un paseo maravilloso y bastante transitado de apenas dos km que os recomiendo tanto si hace sol como si está el día tormentoso, que es cuando a mí más me gusta el mar.

Ojalá que más pronto que tarde estemos de nuevo recorriendo la costa, el interior o lo que nos dé la gana sin más preocupación que la de encontrar el sitio perfecto para sentarse a comer un bocadillo con las mejores vistas. ¡Hasta pronto!

Enfilación de cabo Home y punta Subrido, Cangas (Pontevedra)

Enfilación de cabo Home y punta Subrido

Queridos lectores, para celebrar por todo lo alto que esta es la entrada 250 del blog (soy partidaria de celebrar siempre todo lo que se pueda, la vida ya es demasiado corta y difícil), voy a dedicar esta entrada tan especial a dos faros también muy especiales y que forman una unidad en todos los sentidos: cabo Home y punta Subrido. Les separa una distancia de 1 km en línea recta, casi 2 km si vais andando y más del doble en coche.

Robaleira, cabo Home y punta Subrido

Estas torres forman una enfilación, es decir que trabajan en equipo. Una enfilación es una ayuda a la navegación formada por dos puntos, que pueden ser artificiales, es decir, creados a propósito para este fin como estas torres, o bien naturales (montañas, un edificio singular, etc). Estos dos puntos permiten a quien navega saber que está en una ruta segura mientras los siga viendo en una misma línea imaginaria y vertical.

Faro de cabo Home y Robaleira.

Las fotos de esta entrada que saqué desde el mar son del año 2017, e iba yo felizmente camino de la isla de Ons para visitarla por primera vez. Quién me diría… Desde el barco disfruté de las vistas de a Costa da Vela y de todos los faros que la salvaguardan, además de las impresionantes rocas que los rodean. Sobre ellas, por cierto, hay una leyenda muy bonita que perdura, gracias a la tradición oral, desde hace más de cinco siglos, y que yo leí en el blog de Xoán Arco da Vella. Por aquella época, todos los pescadores que sobrevivían a la fuerza del mar salvaje de cabo Home aseguraban que la mayoría de los barcos se hundían de manera extraña, y que podían vislumbrar unos dientes muy afilados. Un día oscuro de tormenta un monstruo marino salió del agua y amenazó con devorar a todos los habitantes de Hío. Según cuentan, era más grande que 143 elefantes, pero un guerrero llamado Oridón decidió enfrentarse a él. Después de muchos intentos, encontró la manera de acabar con él gracias a su escudo y a la aversión del monstruo a la luz solar. El monstruo de cabo Home, agonizando, se hundió en el mar dejando sus púas fuera, y poco a poco éstas se fue petrificando. Hoy en día, esas púas todavía son visibles, ya que ahora son las rocas afiladas que hay junto al acantilado de cabo Home. Acercaos a verlas, pero cuidado con despertarlo…

Las torres de cabo Home y Subrido son muy similares y para alguien despistado podrían parecer gemelas viéndolas por separado, pero hay varias diferencias. Por ejemplo su altura: cabo Home, una de las más altas de Galicia, mide 17 metros, y sólo 12 la de Subrido. Pero es más fácil distinguirlas por el número de ventanas, ya que cabo Home tiene tres y Subrido sólo dos, y también por la base, más ancha, de la cual arranca el faro de cabo Home. Además Subrido está rodeado de árboles y el faro de Home está plantado en medio de roca viva. Sus luces son blancas y alcanzan las 10 millas.

Su construcción es relativamente cercana en el tiempo: su proyecto se encargó a Rafael Juanes en 1934 para señalizar la entrada norte a la ría de Vigo y salvar los bajos y arrecifes cercanos. Llegar hasta ellas es más o menos fácil, y os recomiendo que vayáis con ganas de caminar, porque llevar el coche es más un trastorno que práctico. Podéis aparcar con facilidad cerca de la escultura de Lito Portela la Caracola [en Donón], un lugar muy pintoresco  y visitado para disfrutar de la puesta de sol.


Desde allí parte un sendero de tierra con una indicación hacia praia de Melide de unos 3 km; ánimo y a por él. Iréis bordeando la costa todo el camino, y de paso que visitáis cabo Home tenéis a mano también, apenas a 400 metros, el singular faro de punta Robaleira (no confundir con el del mismo nombre en Cedeira, en la provincia de A Coruña) del cual hablaré otro día. De Robaleira a punta Subrido hay 1 km y medio. Y de Subrido de vuelta al coche otros 3 km. En total son unos 8 km, poca cosa para gente activa, como podéis ver.

Boya de punta Subrido

Y como guinda para la entrada de hoy una foto del faro de Subrido con la boya de punta Subrido, cortesía de mi primer viaje a Ons. Su luz es roja y alcanza las 5 millas. Espero que pronto visitéis todos estos lugares y que os encanten casi tanto como a mí. ¡Hasta pronto!

Torre baliza bajo Borneira, Cangas (Pontevedra)

Amantes de los faros, visto que hace mucho tiempo que no comparto uno de mis viajes fareros, sed bienvenidos al comienzo de una ruta muy especial y muy ansiada por mí durante años, y que, por fin, pude disfrutar este invierno de 2020: a Costa da Vela. Recibe este nombre la zona de la costa de la península del Morrazo (no sé por qué a mi hija le hace tanta gracia este nombre) comprendida entre el cabo Couso y la pequeña población de Nerga (Cangas). Separa las rías de Pontevedra y Vigo y es la parte de tierra firme más cercana a la línea imaginaria que une las Cíes y Ons; os incluyo un mapa para que la ubiquéis.

¿Nunca os ha ocurrido que habéis oído hablar maravillas de un lugar que os atrae, que muchas veces habéis pasado lo bastante cerca como para casi verlo a lo lejos pero por un motivo u otro no pudisteis ir y os quedasteis con las ganas? ¿Que os habéis imaginado cómo sería estar allí e incluso alguna noche haber soñado que vais? (bueno, esto igual sólo me ocurre a mí, aunque yo cuando sueño añado rincones o pueblos inexistentes que me gustan mucho más que los reales, pero eso ya es otra historia). Pues a Costa da Vela y la ría de Aldán son para mí de esos lugares, que se quedan mucho tiempo en tu lista de visitas pendientes; repleto de faros, de lugares míticos y de playas increíbles. Y un día, por fin, lo que parecía complicado se vuelve sencillo y consigues llegar.

Por supuesto el mapa de mi periplo incluía varios faros y balizas; alguno de mis destinos no tuvo un final feliz, como por ejemplo el faro de punta Couso, con su camino secuestrado por unos vecinos. Otros me pusieron difíciles las cosas para llegar hasta allí, pero sólo consiguieron que valorase aún más lo que me esperaba tras el esfuerzo. Pero empecemos por el principio de la ruta, nuestra primera parada: la sencilla baliza del bajo Borneira, que avisa de unos inesperados y por ello peligrosísimos bajos, que con marea muy baja llegan a ser visibles. Aquí comenzamos nuestra personal ruta farera.

El bajo Borneira tiene mucha historia, y es que es un lugar más peligroso de lo que parece: allí naufragaron muchos barcos, entre otros el vapor-correo Valparaíso el 28 de febrero de 1887 y el transatlántico Southern Cross el 24 de diciembre de 1909. El primero salía de Vigo con destino al puerto peruano del Callao. Las más de doscientas personas que iban a bordo pudieron salvarse con la ayuda de los pescadores de la zona, pero el barco y toda su carga se hundieron y allí continúan; en aquel momento la baliza aún no estaba instalada, y el capitán confundió la luz de un barco con la del faro de las Cíes.

Y en la Nochebuena de 1909 el Southern Cross, que venía desde Liverpool y pensaba terminar su periplo en Buenos Aires, quedó encallado en las rocas del bajo cuando intentaba entrar en el puerto de Vigo; el mar reventó sus remaches y lo partió por la mitad, hundiéndose sin remedio. A sus señales de auxilio acudieron varias embarcaciones y sólo falleció un pasajero que por puro pánico se arrojó al mar. En este caso el accidente se debió a que la baliza, que llevaba funcionando un año, estaba averiada y el capitán confundió una luz de la costa o tal vez de otro barco con ésta. Os enlazo un maravilloso documental de la TVG, Buscadores de naufraxios, que bucea en estos bajos. Cementerio de barcos, le llaman.

El origen de la torre de Borneira está en una Real Orden de 1904 para balizar la ría de Vigo. Su proyecto se aprobó en abril de 1907 y entró en funcionamiento en diciembre de 1908. La base de la torre, de piedra, está fijada al propio bajo. El conjunto tiene una altura de 11 metros. Su luz es roja y alcanza las 5 millas.

Las fotos que veis fueron sacadas desde la minúscula playa de As Cunchas. Para llegar hasta ella salimos desde el puerto de Cangas y recorrimos unos dos km hacia el oeste por la costa, camino de cabo Home. La baliza se ve perfectamente dirigiendo la mirada hacia el sur, hacia Vigo. Pero hay muchos más lugares desde donde divisarla, id y buscad vuestro favorito en esta ría maravillosa.

Visita a la isla de Ons con el programa de TVE «80 cm»

¡Hola, amantes de los faros! Después de un mes y medio de confinamiento y ahora que ya empezamos a ver más cerca el momento de abrazar a quienes queremos, espero que todos os encontréis bien de salud y que pronto podamos volver a viajar a los destinos que más nos gustan. Para muchos, entre ellos están los faros, así que hoy os invito a visitar, sin moveros de casa, el de Ons, ¡uno de mis lugares favoritos en el mundo! El sábado pasado TVE emitió el capítulo del programa 80 cm donde se recorría la isla conociendo sus senderos, playas y misteriosos rincones; y además, en mi grata compañía, el programa llegó hasta lo más alto de su increíble faro. Pinchad en la foto inferior para acceder y verlo todo. Lo disfrutaréis muchísimo, de verdad, porque es divertido, asombroso, emotivo y apasionante y, aunque conozcáis ya la isla, la veréis como nunca lo habíais hecho. ¡Seguro que os gustará por lo menos una milésima parte de lo que a mí me chifló participar! Cuidaos mucho y escribidme cuando queráis. Bicos cheos de agarimo.