Regreso (¡y muy feliz!) a la isla de Ons.

Siempre he pensado que soy muy afortunada por muchas cosas: tengo un trabajo que me encanta, una familia estupenda, amigos que me quieren, una casa llena de libros en la que estoy muy a gusto, y libertad para ir y venir cuando quiero. Hace casi ocho años que puse en marcha este blog y, gracias a él, he podido conocer a gente maravillosa y participar en proyectos increíbles. Pero jamás se me pasó por la cabeza que podrían llegar a contar conmigo para la aventura tan extraordinaria que viví la semana pasada.

Hace unas semanas Toni Burón, de TVE, se puso en contacto conmigo para preguntarme si me gustaría participar en el rodaje de un capítulo del programa de senderismo «80 cm». Querían comenzar la cuarta temporada recorriendo la isla de Ons, y después de buscar información en internet y encontrarse con mi blog había pensado en mí para acompañarles en la ruta del faro. No creo que Toni se haga una idea aproximada de la enorme ilusión que me hizo su llamada, porque, siendo como soy un poco supersticiosa y precavida, tenía yo un cierto miedo a que aquello, que tan sensacional me estaba sonando, se pudiera frustrar por algún imprevisto (de hecho hubo que retrasarlo unos días por mal tiempo). Pero le notaba a él tanto entusiasmo contagioso exponiéndome su plan que era imposible pensar que nada pudiera salir mal. Y todo fue perfecto de principio a fin.

Salimos del puerto de Bueu el martes 1 de octubre bien temprano en un barco de Piratas de Nabia. Toni y su equipo me acogieron desde el primer momento como a una más, y me hicieron participar del proyecto de tal manera que pude conocer a fondo los entresijos de la magia de la televisión. De verdad que es increíble el trabajo que puede dar un programa de veinticinco minutos, y la cantidad de escollos e imprevistos que consiguieron superar estos chicos. Pero son unos profesionales tan grandes, con tanta ilusión por su trabajo y con tan buen ambiente entre ellos que todo fue fácil, cómodo y, sobre todo, muy muy divertido.

Nos pasamos la tarde del martes grabando la subida al faro bajo un sol otoñal tan radiante que parecía verano. La llegada al faro coincidió con el anochecer, y las últimas escenas fueron un lujo para mí: en el balconcillo de la linterna, viendo cómo el faro se encendía mientras se ponía el sol en el horizonte. De verdad, no os podréis hacer una idea, hasta que veáis el programa, del inmenso regalo que me hicieron al invitarme a la isla y cuánto lo disfruté.

Jesús, el farero, nos abrió las puertas de su casa con muchísima amabilidad, y aunque al principio pensaba quedarse tranquilamente un poco al margen del trajín finalmente decidió subir a la linterna para acompañarnos. No creo que reciba con frecuencia visitas tan bulliciosas como lo fue la nuestra y no quiso perderse ni un detalle de la grabación; él y su esposa se divirtieron mucho durante aquel rato antes de volver a la tranquilidad de su vida diaria. ¡Gracias por tu hospitalidad, Jesús!

Nos marchamos del faro ya con noche cerrada, y después de cenar fuimos con Susi (una isleña de toda la vida, que nos acogió como a familia) y con Richi Lago, un chico de Vigo experto en astronomía, para grabar el precioso firmamento que convierte a Ons en un destino perfecto para observar las estrellas y constelaciones. Pocas ocasiones tengo yo para disfrutar, como aquella noche, de la nula contaminación lumínica y del silencio de la Naturaleza, sólo interrumpido por nuestras charlas y risas.

Onza y Cíes

Nos fuimos a la Pensión Casa Acuña a dormir agotados, y a la mañana siguiente, tras el desayuno, fue Susi quien nos llevó a recorrer la ruta sur de la isla: la playa de Area dos Cans con su tumba antropomórfica; el mirador de Fedorentos (foto de arriba), desde el cual se divisan la pequeña isla de Onza, las Islas Cíes, a Costa da Vela y la ría de Aldán. Después continuamos hasta o Buraco do Inferno, una sima de más de cincuenta metros que baja en vertical hasta el mar, y donde sus golpes en días de tormenta hicieron pensar a los isleños que aquello era la entrada al mismísimo averno. Y por último recorrimos un camino que bordea los acantilados del oeste de la isla. Un recorrido circular de algo más de seis km que nos hizo enamorarnos aún más si cabe de Ons. ¿Y qué decir de lo bien que nos supieron aquellos estupendos bocadillos tras la caminata al aire libre?

Con mucha pena a última hora de la tarde nos tuvimos que despedir de la isla y embarcar hacia el continente. Ons quedaba desierta ante el aviso de mar de fondo que volvía muy peligrosa la navegación durante todo el jueves. Aquellos dos días se terminaron pero nunca olvidaré a Toni, Antonio, Juanjo, Christian, Roger, Jordi y Edu. Espero que ellos también me recuerden, que conservemos una bonita amistad y de corazón deseo volverles a ver muy pronto, cualquier día de estos, en cualquier rincón de España. ¡¡¡Gracias!!!

 

Faro de punta de Tenlo Chico, isla de Tambo, Poio (Pontevedra).

La pequeña isla de Tambo se encuentra al fondo de la ría de Pontevedra, situada más o menos enfrente a Combarro (una visita muy recomendable) y Marín. La isla fue desde los años 40 del siglo XX y hasta 2002 propiedad militar. Actualmente está en trámites para que el Concello de Poio se haga cargo de ella y se puedan permitir las visitas, que por el momento están restringidas. En la isla existen restos de un asentamiento de la Edad de Hierro, así como de un monasterio de la Edad Media.

En la parte sur de Tambo, en una pequeña península que vista desde Marín más parece otra isla, se levanta el faro de Tenlo Chico. El edificio, que mide 17 metros de altura, es una esbelta torre cilíndrica de sillería con una base troncocónica (o cono truncado) más ancha. Lo rodea una escalera exterior en forma de hélice. Su luz, blanca, se eleva 35 metros sobre el nivel del mar y tiene un alcance de 11 millas.

El faro de Tenlo Chico fue incluido en el plan de balizamiento de 1916 y comenzó a funcionar en 1922. En la actualidad depende de la Autoridad Portuaria de Marín. Para poder fotografiarlo nos acercamos al puerto deportivo de Marín, detrás de la Escuela Naval. Es un paseo muy agradable, el lugar está cuidado y tiene un pequeño parque infantil con tirolina.

Faro de la isla de Ons (Bueu).

Camino de Ons, vista de las Cíes.

Por fin, tras dos intentos frustrados, ¡a la tercera fue la vencida! y conseguí embarcarme y realizar mi ansiado viaje a la isla de Ons. Aunque las horas no me llegaron para visitar todos los rincones que tenía planeado, preferí disfrutar también del relax de sus playas y no andar corriendo por la isla de norte a sur. Es una excursión muy apetecible y espero repetirla.

Hay varias empresas y puertos para llegar en barco hasta allí, buscad en internet la que os quede más cerca. Al igual que ocurre con las Cíes, no hacen rutas todo el año: sólo en verano, Semana Santa y pare usted de contar. Lo cual no me parece mal, oiga, hay que controlar la cantidad de turistas dado que estamos hablando de un Parque Nacional, el de as Illas Atlánticas. Luego que no pase lo del verano de 2017, cuando varios barcos tuvieron que dar la vuelta sin poder desembarcar a su pasaje por haber vendido por encima del máximo permitido.

En mi caso particular salimos del puerto de Vigo. El trayecto fue bastante largo, pensad que llegamos hasta las Cíes y tuvimos que continuar otro tanto hacia el norte. Mucha gente no lo llevó bien, porque además nos encontramos con el océano algo revuelto y el barco se movía bastante. Afortunadamente no soy de las que se marean en el mar ¡será por lo salada que soy! y disfruté mucho de las vistas y de poder fotografiar desde el agua los faros que salpican a Costa da Vela.

El turismo en Ons está bien organizado, y de una forma muy similar a las Cíes: en cuanto desembarcas hay una caseta de información donde puedes descubrir, si no lo llevas ya planeado de casa, las rutas que te permitirán conocer la isla. Hay restaurantes, un cámping, un Centro de Visitantes con una exposición sobre la historia de la isla, una pequeña iglesia, playas, miradores, zonas de descanso con mesas y bancos… En fin, os enlazo aquí toda la información y me centro así en lo que de verdad nos interesa, el faro de Ons.

La isla de Ons, junto con la pequeña isla de Onza, forma una barrera natural en la entrada de la ría de Pontevedra. Ons dispone de abundante agua potable, y por ello está habitada desde tiempos prehistóricos (demostrado por los restos de castros y mámoas). El origen de su faro está en el Plan General de Alumbrado Marítimo de 1847, pero como se consideraba de menor rango que otros y su ubicación no se designó de forma definitiva (querían señalizar la entrada a la ría pero podría valer otro punto que no fuera Ons) se fue posponiendo su proyecto hasta 1858. El inspector de distrito reconoció la isla y decidió que se instalase en la parte más elevada y central, a 110 metros sobre el nivel del mar. Debido a que ya había otras luces instaladas cerca (Sálvora y Cíes), y a que la isla está bastante adelantada respecto a la entrada de la ría se decidió que llegaría con un aparato de quinto orden.

En 1860 se le encargó el proyecto al ingeniero madrileño don José Elduayen Gorriti, quien reprochaba que la entrada a la ría de Pontevedra era de las últimas en ser iluminada. Redactó un proyecto de construcción que fue duramente criticado por sus reducidas dimensiones: como faro de quinto orden Elduayen contaba con el servicio de un torrero, pero las condiciones de vida en la isla, especialmente en invierno, exigían la presencia de dos personas. Incluso los propios isleños marchaban a tierra firme cuando llegaban los peores temporales. Pero es que además el edificio cuadrado y de una sola altura que diseñó (con la torre inscrustada en el mismo) era claramente inhabitable, con habitaciones sin luz ni ventilación, e incluso en una no era posible mantenerse de pie. El proyecto fue devuelto por la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos para ser modificado. Y es que Elduayen estaba ya claramente volcado en su actividad política y más desinteresado por su trabajo como ingeniero. Como político logró para la provincia de Pontevedra la ejecución de obras públicas vitales en carreteras, ferrocarriles, el puerto de Vigo, etc. Llegó a ser gobernador de Madrid, presidente del Banco de España, Ministro de Ultramar, Ministro de Estado y Ministro de Gobernación, y, además de senador vitalicio, recibió el Toisón de Oro y un marquesado.

El ingeniero don Ángel García del Hoyo finalizó el proyecto: cambió la planta cuadrada original por otra rectangular, ganando 26 m2, y sacó la torre al exterior del edificio para ganar más espacio, adosándola hasta la mitad de su diámetro en la fachada trasera. Así se consiguieron habitaciones y cocinas para dos empleados más las visitas puntuales del ingeniero. Como curiosidad quería añadir que lo mismo del faro de Ons ocurrió poco después en Rúa: el proyecto lo empezó en 1860 Elduayen, pero las discrepancias en torno a la posición de la torre y distribución de espacios (también calificados de “inhumanos”), hicieron que el proyecto lo rematase Ángel García del Hoyo en 1862. Así, pues, García del Hoyo acabó los dos faros con el resultado de que ambos eran gemelos: misma torre, mismas ventanas e igual distribución interior.

Por fin en 1864 comenzaron las obras en el punto más elevado de la isla, o alto do Cucorno. El faro se encendió el 15 de abril de 1865. La torre tenía tres cuerpos (como el faro de Rúa): el primero circular, el segundo también circular pero de menor diámetro; y el tercero octogonal. En Francia se le compró a la casa Sautter (que llegó en mar hasta Vigo) una lámpara de iluminación de aceite de oliva, con luz blanca que alcanzaba las 12 millas y se elevaba a 128 m sobre el nivel del mar. En 1878 la primitiva lámpara se cambió por una Maris de petróleo.

A principios del siglo XX se vio la necesidad de que el faro aumentara significativamente su alcance (Plan de Reforma del Alumbrado Marítimo de 1902), y así pudiera servir como luz de recalada para los puertos de Marín y Vilagarcía. En 1904 se cambió el aparato de alumbrado por otro de la casa Sautter, pero como la cosa no mejoró demasiado se acometió una reforma de mayor envergadura: convertirlo en faro de primer orden y con 3 torreros. El proyecto se encargó al ingeniero madrileño don Rafael de la Cerda. Corría prisa ya que Sisargas se había reformado y Sálvora, Corrubedo y Silleiro estaban en ello.

Don Rafael, (que también trabajó en la reforma del faro de Prior) quiso aprovechar el faro existente construyendo un edificio idéntico a éste, situado a 10 m, y unir ambos mediante una galería desde la cual se accedería a la torre del faro. Arreglaron suelos, paredes y ventanas y consiguieron dotar al personal de viviendas y espacios más que dignos. La torre del faro hubo de demolerse y levantarse de nuevo para poder soportar el peso de la nueva linterna, que debía alcanzar las 24 millas. Las obras comenzaron en el verano de 1916 y duraron nada menos que diez años, debido a la necesidad de expropiar terrenos al dueño de la isla, el señor marqués don Fernando Quiñones de León, y a los aumentos de precios provocados por la guerra en Europa. Incluso en 1921 el ingeniero Ramiro Pascual introdujo algunas reformas en el proyecto para aprovechar aún mejor el espacio. El 4 de julio de 1926 el nuevo faro entró en funcionamiento, con una nueva torre de 12 m de altura, ahora octogonal en vez de redonda, y una linterna construida por la empresa La Maquinista Valenciana.

En 1932, el faro se revistió exteriormente con azulejos, y en 1990 se instalaron unos paneles solares para dotarlo de energía fotovoltaica. Su luz es blanca, está a 127 m de altura sobre el nivel del mar y tiene un alcance de 25 millas náuticas. El faro en la actualidad está automatizado y sigue estando habitado por los fareros que lo atienden.

En fin, en las fotos podéis apreciar los maravillosos paisajes de este pequeño paraíso. Desde luego por su faro y por mucho más vale la pena hacer una e incluso más excursiones a Ons. Espero volver allí otro verano a visitar el famoso Buraco do Inferno, entre otros rincones, y quizás probar su famoso glámping ¡que tiene una pinta estupenda!

 

 

 

 

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Regreso al faro de Punta Cabalo (Illa de Arousa).

Hace unos días tuve la oportunidad dichosa de volver a Illa de Arousa. La primera vez sólo pasé allí unas horas; esta vez el plan era disfrutar de una estancia de varios días; pero nada de pasear, callejear, trotar ni explorar, sino relajarnos, descansar, reposar, holgazanear, sestear… ¡creo que me explico!

brillando

No obstante, teniendo cerca un faro tan hermoso como es el de Punta Cabalo, antes de marcharnos no pudimos evitar dar un paseo hasta él; el día estaba radiante y el faro brillaba al sol. Y yo feliz porque iba a estrenar mi nueva cámara de fotos, que ya hacía tiempo que necesitaba renovar, así que ¡miel sobre hojuelas!

rocas

La primera vez habíamos llegado en coche casi hasta el pie del faro. En esta ocasión aparcamos bajo unos pinos en la playa de Sualaxe y fuimos dando un agradable y pequeño paseo hasta Punta Cabalo. No pude dejar de fotografiar el faro desde varios ángulos, lo cual me obligó a escalar por lugares escabrosos y a mojarme más de lo que yo quería. Pero fue muy divertido, y así estuve probando las distintas funciones y efectos de la cámara. Aún me queda mucho por aprender sobre ella, pero aquí podéis ver alguna de sus destrezas.

retro

Aquel día aprovechamos para comer en el restaurante en el cual lo han reconvertido. Y tengo sentimientos contradictorios sobre este tema: por un lado se defiende la idea de que gracias a este nuevo uso el edificio está mucho más cuidado que antes. Pero, por otra parte, se limita la entrada a quienes no puedan o no quieran pagarse una consumición allí. Y, por cierto, no tiene una carta especialmente económica. La terraza exterior es muy agradable, con unas vistas increíbles; pero los baños son unas letrinas escondidas en el exterior de lo peor que he visto nunca. La atención del personal fue encantadora y amable; y los platos estaban realmente deliciosos: la tarta de queso con membrillo bañada en miel fue uno de los mejores postres que probé nunca ¡y seguro que he probado muchos!

Del faro en sí había comentado en su día que había sido construido en 1852, obra del ingeniero don Celedonio de Uribe, quien escogió Punta Cabalo en vez de Monte Campelo (como había previsto el Plan General de 1847) para así hacerla visible desde más puertos y también desde la entrada de la ría. Era el faro gallego más pequeño después de San Antón y A Guía.

Su torre es hexagonal, de sillería y adosada a la fachada; tiene una escalera interior de caracol (que no vi) y un balconcillo exterior con barandilla metálica. Se encendió el 19 de octubre de 1853, el mismo día en que entró en servicio el faro de Sálvora. Y no es casualidad, ya que don Celedonio de Uribe estuvo trabajando a la vez en ambos faros.

En 1904 se efectuaron diversas reformas que incluyeron una escalera metálica exterior para subir a la linterna sin tener que pasar por el interior del edificio. A día de hoy esta escalera ya no está allí.

antigua

Hubo más reformas en 1924 que afectaron a la apariencia de su luz y mejoraron su alcance, pero esto también conllevó que se suprimiera el personal, que ya se jubilaba; el faro quedó atendido, junto con el de Rúa (que también se quedaba sin torrero) por el encargado del balizamiento de toda la ría. En los años 80 se reparó, debido al deterioro en el que se encontraba a causa de su automatización. Actualmente depende de la Autoridad Portuaria de Villagarcía.

desenfocadoY así, con este broche tan bonito y con mucha pena, nos despedimos por este año de A Illa. Esperamos regresar a este pequeño paraíso el verano que viene, a disfrutar de esas playas kilométricas de fina arena, de su naturaleza, del cuidado patrimonio, de los paseos preciosos, de la gente amabilísima y de la exquisita comida. ¡Ojalá se mantenga tan genuina y sencilla muchos años!

Faro de A Porta o de punta Canabal o de Príncipe (Islas Cíes).

Aunque hace años que visito las Islas Cíes con cierta frecuencia, los faros eran unas rutas que se me resistían, sobre todo por vagancia, debo confesar. El pensar en patear las islas bajo un sol de justicia, y subir esas escarpadas (pienso yo) pendientes, teniendo a pie de barco esa maravillosa playa de Rodas que invita al descanso y al baño, era algo con lo que no podía. Pero este año se me presentó la ocasión perfecta al encontrarnos al llegar con una niebla que refrescaba bastante el día.

Después de que en la caseta de información nos contasen muy amablemente las distintas rutas que se nos ofrecen, escogí para empezar la que nos llevaba al faro de A Porta, también llamado faro de Punta Canabal o faro do Príncipe. Está situado en el sur de la isla de O Faro, unida a la isla de Monteagudo por un dique y por la playa de Rodas. El recorrido que nos lleva hasta él es de unos 2 km y medio aproximadamente (¡y luego hay que volver!); nos adentra en la isla durante un tramo y después va pegado a la costa, ofreciendo unas vistas maravillosas y unos rincones preciosos, como veis en las fotos de aquí abajo. Está bien señalizado y es difícil perderse (además es una isla ¿cuánto te puedes alejar?…); y no hay tantas cuestas como pudiera parecer. Por el camino pudimos observar multitud de gaviotas con sus polluelos, que se pasean por la isla sin miedo a nada. Y también se disfruta desde allí de una vista magnífica de la Isla de San Martiño, la isla del Sur, a la cual sólo es posible ir en barco privado. Y yo no soy tan afortunada…

 

El faro está datado en el año 1918, según reza una placa situada encima de la puerta. Fue parte de un ambicioso plan para balizar la ría de Vigo, ante el enorme tráfico marítimo que iba en aumento; de este plan surgieron, además de este faro, el de Monteagudo, cabo Home, Couso, Robaleira, Subrido, Lamela, Vicos y Estai. Se encargó su proyecto al ingeniero vigués Ramiro Pascual para señalizar el paso da Porta, el estrecho canal situado entre las islas Cíes, sólo practicable para barcos de pesca; la torre tiene 10 metros de altura y se eleva a 65 metros sobre el nivel del mar. Su luz es blanca y su alcance es de 10 millas. Actualmente se alimenta de energía solar.

Os enlazo un documento de la Xunta de Galicia donde se nos cuenta de forma muy amena la historia de todas las islas que forman el Parque Nacional de las Islas Atlánticas; en concreto sobre las Cíes nos habla de los primeros asentamientos en la Edad del Bronce; del paso de los romanos (quienes las bautizaron como Islas de los Dioses); de su pertenencia a la Iglesia Católica y cómo resistieron los ataques de suevos y musulmanes, pero en cambio no pudieron con el Gran Olaff ni con el pirata Francis Drake. Luego la llegada del comercio y las conserveras les dio un nuevo impulso, y, cuando esto flojeó, el turismo y la búsqueda de tesoros hundidos las convirtió en objeto de deseo, hasta que se consiguió protegerlas a partir de 1980 declarándolas Parque Natural.

Bueno, ya sólo me falta conocer otros tres faros en las Cíes. El de la isla de San Martiño va a ser algo complicado, sin medio de locomoción propio. Al faro principal de las Islas le temo un poco, esa cuesta arriba en zigzag impone mucho respeto; pero tiempo al tiempo.