Faro de cabo Silleiro, Baiona (Pontevedra).

Para celebrar que comienza un año que ojalá traiga mucha esperanza y buenas noticias, y también para agradeceros vuestras felicitaciones navideñas y cumpleañeras y vuestras bonitas palabras de ánimo, hoy os llevaré a la famosa villa de Baiona la Real para visitar un faro espléndido al que le espera un triste futuro como hotel, abierto solo a quien pueda pagarlo. Con lo que él ha trabajado para todos… Esperemos que los desacuerdos entre Concello y Autoridad Portuaria no terminen nunca. En fin, que hoy hablaremos del espléndido faro de cabo Silleiro.

La ubicación actual del edificio que conocemos no es la primera que tuvo; el primitivo faro de Silleiro fue construido en el siglo XIX prácticamente a nivel del mar y a pocos metros del agua. Y la torre actual se levantó ya en los años 20 del siglo pasado, a unos 700 metros de distancia. Vamos, pues, a conocer la historia de esta luz.

El viejo faro de Silleiro.

El señor inspector de faros don Toribio de Areitio viajó a la provincia de Pontevedra en 1858 para estudiar la posible construcción de nuevas y necesarias torres. De su visita surgió la decisión de levantar los faros de Ons y Silleiro. Este último proyecto, el que hoy nos ocupa, fue encargado un año después al ingeniero don Joaquín Bellido, quien decidió la ubicación exacta del faro a 25 metros de la orilla del mar y a 2 metros sobre el nivel del agua; esto último obligó a elevar el edificio sobre un talud para no ser golpeado por las olas con la marea alta. En esta ubicación se consideraba que cumpliría perfectamente su misión de auxiliar al faro de Cíes guiando a los barcos al entrar en la ría de Vigo desde el sur y hasta que el faro de A Guía los condujera al puerto de la ciudad olívica.

El edificio, de sillería, aún se mantiene dignamente en pie, aunque la torre ha desaparecido; es rectangular, de una sola planta y tenía la torre empotrada en la fachada posterior. Dicha torre, que medía unos diez metros y medio, estaba dividida en dos secciones: la parte integrada en la construcción era de planta cuadrada, y la que sobresalía por encima del tejado era octogonal. La linterna tenía una galería que la rodeaba y que había sido fabricada en Sargadelos. Su luz, blanca y fija, alcanzaba las 17 millas y quedaba a una altura de casi 12 metros sobre el nivel del mar. El edificio estaba acondicionado para acoger a dos fareros. Se terminó de construir en 1862 y se encendió el 31 de marzo de ese año como faro de cuarto orden.

Según una publicación del Puerto de Vigo, el faro funcionó sin descanso exceptuando un período: julio y agosto de 1898, cuando se ordenó el apagado de toda la señalización marítima ante el temor de un ataque de los EE.UU. en nuestras costas, tras habernos declarado la guerra en la que perdimos Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.

Cuarenta años después, exactamente en 1902, se aprobó el Plan de Reforma del Alumbrado de las costas españolas, que se concretó en esta zona en particular en el Plan de Alumbrado y Balizamiento de la ría de Vigo. En él se decidió construir un nuevo faro en cabo Silleiro con un alcance de al menos 30 millas. La idea era que, tras su construcción y la reforma del faro de Ons, se suprimiría definitivamente el servicio del faro de las Cíes. Ooh, sí. Se alegaron muchos motivos para hacerlo, y todo confabulaba para conseguir acabar con él; pero como sabéis que a día de hoy sigue funcionando, cuando consiga subir hasta él os contaré cómo logró escapar a su sentencia de muerte.

Vista del nuevo faro de Silleiro desde su antigua ubicación.

Con este objetivo en mente se decidió que el nuevo faro de Silleiro debía ser de primer orden, ubicarse a una mayor altura [65 metros, exactamente, quedando la luz a 85 metros sobre el nivel del mar] y ser atendido por tres torreros. El proyecto del aparato y linterna se encargó al ingeniero don Rafael de la Cerda y fue aprobado en 1905; y del proyecto del edificio y su torre se encargó don Ramón Martínez de Campos entre 1909 y 1910; seguro que lo recordáis porque él fue quien también llevó a cabo la reforma del faro de Sálvora, y el buen observador podrá ver parecidos razonables entre los dos edificios, como por ejemplo su torre octogonal, incrustada en la fachada oeste e inicialmente pintada de blanco.

Una de las diferencias entre ambos es que en el caso de Silleiro y debido a lo escarpado del terreno, el ingeniero dotó al edificio, con forma de C, de dos plantas para así reforzar la torre, más elevada que la de Sálvora. Don Ramón decidió utilizar materiales como granito, hormigón y arena que podía conseguir muy cerca de la obra. Fue generoso con los espacios para los torreros y sus familias, sabiendo que con mucha frecuencia quedarían aislados en el edificio por culpa de los temporales; además decidió ubicar un horno para el pan y abrir muchas ventanas para que tuvieran tanto luz natural como ventilación.

Sin embargo la Dirección General de Obras Públicas no aprobó su proyecto inicial y lo devolvió diciendo que era imprescindible hacer varios cambios como por ejemplo darle a la torre un acceso desde el vestíbulo inferior, reducir huecos en las fachadas o arreglar el camino de servicio. El proyecto fue reasignado a otro ingeniero, don Mauro Serret [quien reformó el faro de Rebordiño (Muros) y ya anteriormente había modificado el proyecto de don Ramón para el faro de Sálvora. No sé qué tal se llevarían estos dos, aunque imagino que no mal del todo ya que don Mauro respetó al máximo la idea de su predecesor]. Finalmente fue aprobado en 1915. 

La óptica y aparatos (con su lente de Fresnel) se compraron en Alemania a la casa Julius Pintsch, y la linterna a la Maquinista Valenciana. El faro se encendió el 8 de agosto de 1924, con una luz blanca que alcanzaba las 31 millas. El antiguo siguió encendiéndose durante un mes más, para que los navegantes se fueran acostumbrando a la novedad; el apagado, sin embargo, no fue definitivo: la noche del 21 al 22 de diciembre de ese año un incendio (sofocado por los torreros y una de sus hijas) averió la óptica y relojería del nuevo faro y el viejo tuvo que suplirlo. Iban a ser unas semanas, pero el barco que traía las piezas de repuesto también se incendió, así que hasta julio de 1925 no volvió a funcionar.

En 1923, antes de ser encendido, el ingeniero Mauro Serret comenzó ya a proyectar la instalación de un radio-faro, tras el éxito de su funcionamiento en Vilán y Fisterra. El de Silleiro, además de emitir señales radioeléctricas de ayuda a la navegación, también recibiría las emisiones de estos dos faros para así evitar la superposición de señales. Empezó a funcionar en 1926, resultando de gran ayuda ante el aumento del número de buques que navegaban entre Vigo y América. Por supuesto fue modernizado en los años cincuenta.

En 1929 el edificio y la torre fueron revestidos de azulejos blancos incluidas dos franjas rojas, pintándose también de este color la linterna ¡que quedó estupenda! Así se evitaba tener que blanquearlo constantemente por el deterioro de los temporales y la salitre. Y en 1932 el faro fue electrificado.

Entre 1931 y 1981 funcionó allí una sirena de niebla cuya bocina se ubicó en el edificio abandonado del primer faro, que por cierto fue usado por el ejército durante la Guerra Civil y ya no lo abandonó hasta 1955. Se comenta que más tarde fue utilizado también como cuadra.

Entre 1948 y 1952 se realizó una ampliación del edificio para adaptarlo a la instalación de la sirena, el radio-faro y todos sus complementos. Se alargó el edificio con un anexo de una sola planta, perdiendo así su simetría. En 1955 se le acoplaron unas lentes para emitir un haz luminoso que pudiera ser visible e identificado por los aviones hasta unos 20 km de distancia [faro, radio-faro y aerofaro, tres en uno]. En 1959 se le incorporó una estación meteorológica y ya en la década de 1980 fue dotado de una estación de registro del oleaje, cuya boya ha llegado a registrar olas de hasta 14 metros.

En la actualidad el faro está automatizado y depende, cómo no, de la Autoridad Portuaria de Vigo. Llegar hasta allí es bien fácil: salimos de Bayona hacia el oeste por la carretera PO-552, y, mientras disfrutamos de las increíbles vistas del océano y de las Cíes, en un suspiro de cinco minutos llegamos al viejo faro, que está al lado de la playa. Hay sitio de sobra para aparcar y darse un paseo relajado por la zona. Allí descubrí una placa instalada por el concello de Baiona en homenaje a los diez fallecidos en el naufragio del yate noruego Thalassa; ocurrió el 1 de enero de 1949, y sus tripulantes buscaban una vida mejor fuera de la pobreza que sufrían en su país; su barco encalló en los bajos de O Lobo, justo enfrente al viejo faro. Sólo sobrevivió una niña de diez años.

Luego nos acercamos al actual faro ¡imposible no verlo con ese brillo y color! Y por último visitamos unas instalaciones militares abandonadas que estuvieron operativas entre los años 40 y los 90 del siglo XX. Os dejo una galería de fotos para que comprobéis cúanto hay por recorrer allí.

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Faro de Illa Coelleira, O Vicedo (Lugo)

Hoy nos acercaremos lo máximo que podamos a Illa Coelleira, la mayor de las islas de la provincia de Lugo. Tiene una forma muy curiosa, como de ballena emergiendo del agua para respirar, con una suave caída en el lado que da a tierra y otra más abrupta en el lado oceánico. Está a unos 500 metros de la costa, tiene una superficie de unas 26 ha (0.26 km²) y una altura máxima de 82 metros sobre el nivel del mar.

Muchas historias y leyendas rodean a esta isla, como no puede ser de otra manera. Allí se encontraron y aún existen unas ruinas que parecen ser de un monasterio al cual se hace referencia en documentos del siglo XI, cuando la isla recibía el nombre de Sancti Michaelis Cunicularia por la abundancia de conejos en ella; se dice que sus monjes, para dar misa en tierra firme, navegaban en barcas de cuero al estilo de los curraghs irlandeses. Allí también, a comienzos del siglo XIV, se refugiaron treinta y cinco caballeros templarios, y una historia o leyenda asegura que cuando el rey de Francia Felipe IV el Hermoso ordenó la supresión de su Orden, fueron asesinados por el señor de Viveiro y sus hombres; todos excepto uno, que consiguió llegar a nado al cercano pueblo de Vicedo, donde se escondió en una casa conocida desde entonces como a Casa do Paisano. En el siglo XVI la isla quedó completamente deshabitada debido a los constantes saqueos piratas. Si queréis profundizar en su historia os recomiendo leer el blog del profesor Manuel Gago Mariño, quien además pudo visitarla.

El Plan General de Alumbrado Marítimo de 1847 la olvidó deliberadamente porque al parecer no le daba mucha importancia a los puertos comprendidos entre Ribadeo y Ortegal. Sin embargo, una vez construidos los faros más importantes se embarcaron en alumbrar otras rías para facilitar el abrigo en caso de temporal. Y la isla Coelleira, al estar estratégicamente situada en medio de las rías de Viveiro y Barqueiro, era un lugar idóneo para un faro. Fue uno de los primeros ubicados en una isla gallega, junto a Sisargas, Cíes, Sálvora y Arousa. De su proyecto se encargó en 1861 el ingeniero Marcelo Sánchez Movellán (autor también del faro de San Cibrao), quien escogió el punto más elevado de la isla para así poder iluminar ambas rías sin ninguna sombra. Diseñó un edificio rectangular de una sola planta, apto para dos torreros con sus correspondientes familias. La torre, cilíndrica, se encajó en la fachada posterior de la construcción y sobresaliendo tres cuartas partes, aunque en el primer diseño que hizo el ingeniero estaba completamente incrustada en el edificio; este primer proyecto fue rechazado por la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos, y don Marcelo movió la torre y redistribuyó el espacio interior para hacerlo más adecuado para un uso familiar. La piedra de sillería necesaria para la construcción se trajo de tierra firma, pero la pizarra se obtuvo del propio islote de Coelleira. Como era costumbre en la costa de Lugo, el tejado, además de clavarse al entablonado, fue asegurado con piedras para que no volara con los temporales. Ahí es nada el viento que tenemos. Si la isla Coelleira estuviera más alejada de la costa, podría compararse con el escenario de la película «El faro» de Willen Dafoe y Robert Pattinson.

El faro, de sexto orden, se encendió el 30 de mayo de 1864. Tenía una luz fija blanca que alcanzaba las 9 millas, gracias a un aparato de alumbrado Sautter de aceite. Antes de entrar en el siglo XX la lámpara se cambió por otra Maris de parafina y su luz pasó a ser verde, reduciéndose su alcance a las 6-7 millas. El faro necesitó muchas reparaciones, ya que los temporales castigaban la isla: en 1868 rompieron con su fuerza un cristal de la linterna, y en 1890 el faro estuvo apagado 17 días a causa de una chispa que la destrozó.

Con el Plan General de Reforma del Alumbrado Marítimo de 1902 se cambió la apariencia de la luz de Coelleira y aumentó su alcance, volviendo además a ser blanca.

A pesar de ser una isla los torreros no vivían excesivamente mal. Se les construyó, por supuesto, un pequeño muelle al oeste del islote, y también un horno con cobertizo para guardar la leña, algo alejados del faro para evitar incendios. Un aljibe solucionaba sus necesidades de agua potable, y si se quedaban sin provisiones siempre podían conseguir comida gracias a los huevos de gaviota y a los percebes. Allí también se cultivaba trigo de bastante calidad sin ningún problema, con un sistema de terrazas para salvar la inclinación de la isla.

Pero el servicio de personal de la isla se suprimió en 1926 debido a la instalación de un sistema de alumbrado permanente por acetileno. Don Rafael de la Cerda fue el ingeniero encargado de su automatización, y el faro pasó a depender entonces del personal de Estaca de Bares. El edificio fue tapiado, la isla quedó completamente abandonada y ahora sólo viven allí conejos y gaviotas, que disfrutan ese paraíso en exclusividad….

Mis fotos no son demasiado nítidas; las saqué desde tierra firme, desde el mirador das Laxes y desde O Porto de Bares. Y como no pude acercarme más a esta isla de lo que ya habéis visto, os dejo este trabajo de RGSDron: un vídeo para que disfrutéis de esta maravilla que la Naturaleza nos ha regalado. Que lo disfrutéis y hasta la próxima.

Faro de Estaca de Bares (Mañón).

Como se suele decir que hay que iniciar las cosas con buen pie y que lo que bien empieza bien acaba, no vamos a tentar a la fortuna y comencemos 2020 por todo lo alto visitando uno de los monstruos de la costa gallega: el faro de Estaca de Bares. Tiene el honor de ser el primer faro que se encendió en Galicia (y también uno de los primeros de España) tras la puesta en marcha del Plan General de Alumbrado Marítimo de 1847.

A pesar de ser un faro mítico, una leyenda entre los faros, una visita obligada para cualquier amante de los mismos y destino inexcusable en cualquier viaje a Galicia, he tenido que intentar visitarlo hasta tres veces para conseguir recorrer su entorno y fotografiarlo a mi gusto. No es precisamente un lugar apacible, y los temporales, el viento y la lluvia no le dan descanso, así que mis dos primeras visitas terminaron en un gran chasco. Por otro lado llegar hasta allí es sencillo, el lugar está perfectamente señalizado, al norte de una alargada lengua de tierra que, se dice, separa el océano Atlántico del mar Cantábrico (aunque debo añadir ¿quién le pone límites al mar?).

Pues efectivamente hay quien se los pone, y dado que leí que este honor de frontera marítima se lo disputa con encono a cabo Ortegal, para aclarar el tema, y como me tomo muy en serio lo de preguntar a quien más sabe de las cosas, consulté primero con el Instituto Geográfico Nacional (quienes me contestaron de forma rápida, completa y razonada, además de con un texto inspirado e incluso algo poético ¡bravo por ellos!) y la Real Sociedad Geográfica (de quien sigo esperando respuesta tres meses después); y para rematar el asunto, gracias a un informador lleno de recursos accedí a un documento de la IHO (la Organización Hidrográfica Internacional) de 1953, que sigue en vigor y que delimita océanos y mares. Y debo deciros que, tras mi exhaustiva investigación, y a pesar de que no hay un criterio claro ni exacto ni tampoco nadie que sea una autoridad absoluta a quien todos deban respeto, he concluido que el mar Cantábrico comienza en Cabo Ortegal. Gracias a ambos contrincantes por haber participado en tan reñida contienda.

En fin, pelillos a la mar y vamos a lo realmente interesante, que es este señor faro y su historia. El cabo de Estaca de Bares ha sido una referencia visual importantísima para la navegación desde al menos la Edad Media. Esto, unido al hecho de ser el punto más septentrional de la Península, hicieron inevitable la decisión de construir aquí, igual que en Fisterra, un faro de primer orden. El proyecto fue encargado en 1849 al ingeniero Félix Uhagón, quien también construyó pocos años después el faro de Machichaco (Vizcaya). El diseño de Uhagón fue copiado con pocas variaciones en muchos faros gallegos, como por ejemplo en Fisterra, Prior, Sisargas e incluso Vilán.

Las obras comenzaron en diciembre de 1849 (en plena estación de temporales, a quién se le ocurre) bajo la dirección de don Celedonio de Uribe, y acabaron unos seis meses después. A pesar de que ya el terreno donde se iba a levantar el edificio es muy elevado (unos 94 metros sobre el nivel del mar), Félix Uhagón planeó una gran torre octogonal de casi 11 metros encajada en un edificio rectangular donde se alojarían los tres torreros.

Para subir a la linterna se instaló en el interior de la torre una escalera de fundición de Sargadelos, además de otra escalera, de mano, para poder acceder también desde la azotea de la vivienda. La linterna original tenía doce bastidores y estaba coronada por un cupulín de cobre.

El faro, con una lámpara Sautter de aceite de oliva y un aparato Fresnel de la casa Létourneau, fue encendido el 1 de septiembre de 1850; su luz blanca giratoria tenía un alcance de 20 millas y se elevaba a 335 pies (unos 102 metros) sobre el nivel del mar. El aceite de oliva se sustituyó más tarde por la parafina para mejorar su alcance, y en 1905 se cambió la lámpara por otra de vapor de petróleo. Y en 1964, bien cumplidos ya los cien años de funcionamiento, el faro de Estaca de Bares fue electrificado.

Semáforo de Bares

Un plan nacional de 1880 para instalar estaciones electro-semafóricas propuso instalar un semáforo en Estaca de Bares: un servicio destinado a comunicar avisos y recibir mensajes de los barcos usando un juego de banderas izadas a un gran mástil, utilizando para ello un lenguaje marítimo universal: el Código Internacional de Señales. El primero en Galicia fue el de Fisterra, inaugurado en 1883. El semáforo de Bares se emplazó en el monte Facho Maeda, a dos km al este del faro, donde se cree que antiguamente se encendían fuegos para orientar a los barcos. Del proyecto se encargó el ingeniero Adolfo Pequeño (quien intervino en la construcción del actual faro de Vilán y es autor del primer faro de Touriñán) y se inauguró el 1 de enero de 1887; así, pues, hoy está de cumpleaños: 133 añitos. Es un edificio muy bonito, desde mi punto de vista, con una torre de observación hexagonal de sillería y el resto del edificio pintado originalmente de blanco (ahora es rosita). El Ministerio de Marina fue quien pagó las obras, y por ello se colocó su escudo en la fachada. También se le añadió un servicio telegráfico y una estación meteorológica.

Terraza del Semáforo de Bares

Como pequeña curiosidad quería comentar que se establecieron unas tasas oficiales para su uso: 2 pesetas por cada despacho intercambiado entre semáforo y barco (independientemente del número de palabras, estupendo para los más charlatanes) y 0,25 pesetas por cada aviso con banderas que no excedieran de quince palabras y que sólo notificasen entrada a puerto o paso por el semáforo, ideal para marinos más reservados.

Faro de Bares visto desde el Semáforo

Tristemente el servicio cayó en desuso y el edificio se abandonó, hasta que en 2002 fue rehabilitado con bastante gusto como hotel y cafetería. Un lugar con mucho atractivo por las vistas espectaculares y privilegiadas que tiene. Nosotras lo visitamos antes de llegar al faro, que se divisa perfectamente desde allí. Algún día pasaré en él una noche inolvidable.

Vistas hacia cabo Ortegal

Continuando con el faro, en 1948 se le instaló una nueva maquinaria de relojería que cambió la apariencia de su luz al aumentar la velocidad de rotación. Pero el cambio más importante llegó muy poco después, cuando gracias al proyecto de Carlos Alcón (redactado en 1949) se sustituyeron la linterna, la óptica y la máquina de rotación (lo que obligó a construir un nuevo torreón que soportase su peso), además de ampliar el edificio añadiéndole dos cuerpos de dos plantas en forma de L destinados a vivienda del personal, dejando el edificio original para sala de máquinas, taller, despachos, etc. La nueva y bellísima linterna, totalmente acristalada para así funcionar como balizamiento aéreo, se colocó en 1964, según indica su veleta. Y nos cuenta Jesús Ángel Sánchez García que, aunque resulte increíble, de forma implacable, despiadada e irreflexiva la antigua óptica fue destruida arrojándola sin contemplaciones desde lo alto del torreón. Duele sólo de pensarlo.

El faro depende desde 1993 de la Autoridad Portuaria de Ferrol-San Cibrao, que fue cuando se le instaló un nuevo equipo luminoso de La Maquinista Valenciana y quedó monitorizado desde el puerto de Ferrol. Su luz es blanca y su alcance actual es de 25 millas. Todo un señor faro que recibe visitas de forma constante, por su historia, por su belleza, por su excepcional ubicación, por los acantilados que lo rodean. Fijaos en la foto inferior, la saqué ya muy cerca del mar, y el faro se adivina chiquitito allá arriba.

Valieron la pena los tres viajes que hice. Si vais a venir a al norte de Galicia no dudéis en visitar Punta Socastro, Estaca de Bares y cabo Ortegal. Bueno, en realidad hay tanto que ver en estos 180 km de costa desde Ribadeo hasta Cedeira que me siento muy afortunada de poder visitarla casi cuando quiera.

Os Aguillóns (cabo Ortegal) vistos desde Estaca de Bares.

¡Feliz 2020!

Faro de la isla de Ons (Bueu).

Camino de Ons, vista de las Cíes.

Por fin, tras dos intentos frustrados, ¡a la tercera fue la vencida! y conseguí embarcarme y realizar mi ansiado viaje a la isla de Ons. Aunque las horas no me llegaron para visitar todos los rincones que tenía planeado, preferí disfrutar también del relax de sus playas y no andar corriendo por la isla de norte a sur. Es una excursión muy apetecible y espero repetirla.

Hay varias empresas y puertos para llegar en barco hasta allí, buscad en internet la que os quede más cerca. Al igual que ocurre con las Cíes, no hacen rutas todo el año: sólo en verano, Semana Santa y pare usted de contar. Lo cual no me parece mal, oiga, hay que controlar la cantidad de turistas dado que estamos hablando de un Parque Nacional, el de as Illas Atlánticas. Luego que no pase lo del verano de 2017, cuando varios barcos tuvieron que dar la vuelta sin poder desembarcar a su pasaje por haber vendido por encima del máximo permitido.

En mi caso particular salimos del puerto de Vigo. El trayecto fue bastante largo, pensad que llegamos hasta las Cíes y tuvimos que continuar otro tanto hacia el norte. Mucha gente no lo llevó bien, porque además nos encontramos con el océano algo revuelto y el barco se movía bastante. Afortunadamente no soy de las que se marean en el mar ¡será por lo salada que soy! y disfruté mucho de las vistas y de poder fotografiar desde el agua los faros que salpican a Costa da Vela.

El turismo en Ons está bien organizado, y de una forma muy similar a las Cíes: en cuanto desembarcas hay una caseta de información donde puedes descubrir, si no lo llevas ya planeado de casa, las rutas que te permitirán conocer la isla. Hay restaurantes, un cámping, un Centro de Visitantes con una exposición sobre la historia de la isla, una pequeña iglesia, playas, miradores, zonas de descanso con mesas y bancos… En fin, os enlazo aquí toda la información y me centro así en lo que de verdad nos interesa, el faro de Ons.

La isla de Ons, junto con la pequeña isla de Onza, forma una barrera natural en la entrada de la ría de Pontevedra. Ons dispone de abundante agua potable, y por ello está habitada desde tiempos prehistóricos (demostrado por los restos de castros y mámoas). El origen de su faro está en el Plan General de Alumbrado Marítimo de 1847, pero como se consideraba de menor rango que otros y su ubicación no se designó de forma definitiva (querían señalizar la entrada a la ría pero podría valer otro punto que no fuera Ons) se fue posponiendo su proyecto hasta 1858. El inspector de distrito reconoció la isla y decidió que se instalase en la parte más elevada y central, a 110 metros sobre el nivel del mar. Debido a que ya había otras luces instaladas cerca (Sálvora y Cíes), y a que la isla está bastante adelantada respecto a la entrada de la ría se decidió que llegaría con un aparato de quinto orden.

En 1860 se le encargó el proyecto al ingeniero madrileño don José Elduayen Gorriti, quien reprochaba que la entrada a la ría de Pontevedra era de las últimas en ser iluminada. Redactó un proyecto de construcción que fue duramente criticado por sus reducidas dimensiones: como faro de quinto orden Elduayen contaba con el servicio de un torrero, pero las condiciones de vida en la isla, especialmente en invierno, exigían la presencia de dos personas. Incluso los propios isleños marchaban a tierra firme cuando llegaban los peores temporales. Pero es que además el edificio cuadrado y de una sola altura que diseñó (con la torre inscrustada en el mismo) era claramente inhabitable, con habitaciones sin luz ni ventilación, e incluso en una no era posible mantenerse de pie. El proyecto fue devuelto por la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos para ser modificado. Y es que Elduayen estaba ya claramente volcado en su actividad política y más desinteresado por su trabajo como ingeniero. Como político logró para la provincia de Pontevedra la ejecución de obras públicas vitales en carreteras, ferrocarriles, el puerto de Vigo, etc. Llegó a ser gobernador de Madrid, presidente del Banco de España, Ministro de Ultramar, Ministro de Estado y Ministro de Gobernación, y, además de senador vitalicio, recibió el Toisón de Oro y un marquesado.

El ingeniero don Ángel García del Hoyo finalizó el proyecto: cambió la planta cuadrada original por otra rectangular, ganando 26 m2, y sacó la torre al exterior del edificio para ganar más espacio, adosándola hasta la mitad de su diámetro en la fachada trasera. Así se consiguieron habitaciones y cocinas para dos empleados más las visitas puntuales del ingeniero. Como curiosidad quería añadir que lo mismo del faro de Ons ocurrió poco después en Rúa: el proyecto lo empezó en 1860 Elduayen, pero las discrepancias en torno a la posición de la torre y distribución de espacios (también calificados de “inhumanos”), hicieron que el proyecto lo rematase Ángel García del Hoyo en 1862. Así, pues, García del Hoyo acabó los dos faros con el resultado de que ambos eran gemelos: misma torre, mismas ventanas e igual distribución interior.

Por fin en 1864 comenzaron las obras en el punto más elevado de la isla, o alto do Cucorno. El faro se encendió el 15 de abril de 1865. La torre tenía tres cuerpos (como el faro de Rúa): el primero circular, el segundo también circular pero de menor diámetro; y el tercero octogonal. En Francia se le compró a la casa Sautter (que llegó en mar hasta Vigo) una lámpara de iluminación de aceite de oliva, con luz blanca que alcanzaba las 12 millas y se elevaba a 128 m sobre el nivel del mar. En 1878 la primitiva lámpara se cambió por una Maris de petróleo.

A principios del siglo XX se vio la necesidad de que el faro aumentara significativamente su alcance (Plan de Reforma del Alumbrado Marítimo de 1902), y así pudiera servir como luz de recalada para los puertos de Marín y Vilagarcía. En 1904 se cambió el aparato de alumbrado por otro de la casa Sautter, pero como la cosa no mejoró demasiado se acometió una reforma de mayor envergadura: convertirlo en faro de primer orden y con 3 torreros. El proyecto se encargó al ingeniero madrileño don Rafael de la Cerda. Corría prisa ya que Sisargas se había reformado y Sálvora, Corrubedo y Silleiro estaban en ello.

Don Rafael, (que también trabajó en la reforma del faro de Prior) quiso aprovechar el faro existente construyendo un edificio idéntico a éste, situado a 10 m, y unir ambos mediante una galería desde la cual se accedería a la torre del faro. Arreglaron suelos, paredes y ventanas y consiguieron dotar al personal de viviendas y espacios más que dignos. La torre del faro hubo de demolerse y levantarse de nuevo para poder soportar el peso de la nueva linterna, que debía alcanzar las 24 millas. Las obras comenzaron en el verano de 1916 y duraron nada menos que diez años, debido a la necesidad de expropiar terrenos al dueño de la isla, el señor marqués don Fernando Quiñones de León, y a los aumentos de precios provocados por la guerra en Europa. Incluso en 1921 el ingeniero Ramiro Pascual introdujo algunas reformas en el proyecto para aprovechar aún mejor el espacio. El 4 de julio de 1926 el nuevo faro entró en funcionamiento, con una nueva torre de 12 m de altura, ahora octogonal en vez de redonda, y una linterna construida por la empresa La Maquinista Valenciana.

En 1932, el faro se revistió exteriormente con azulejos, y en 1990 se instalaron unos paneles solares para dotarlo de energía fotovoltaica. Su luz es blanca, está a 127 m de altura sobre el nivel del mar y tiene un alcance de 25 millas náuticas. El faro en la actualidad está automatizado y sigue estando habitado por los fareros que lo atienden.

En fin, en las fotos podéis apreciar los maravillosos paisajes de este pequeño paraíso. Desde luego por su faro y por mucho más vale la pena hacer una e incluso más excursiones a Ons. Espero volver allí otro verano a visitar el famoso Buraco do Inferno, entre otros rincones, y quizás probar su famoso glámping ¡que tiene una pinta estupenda!

 

 

 

 

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Faro de Punta Atalaia (San Cibrao)

Llegada a los faros.

Hoy estáis de suerte: os llevo de visita a conocer el faro de San Cibrao, uno de los pueblos con más encanto de A Mariña Lucense, y uno de mis favoritos en Galicia junto a Caión y Cedeira (que, curiosamente, empiezan todos por la letra C). Es una preciosa península que se formó cuando la acumulación de arena unió a tierra firme una pequeña isla. Llegamos hasta allí desde Coruña por la carretera LU-862. Y el faro, uno de los más urbanos que he visto hasta ahora, se encuentra al norte del pueblo, muy bien señalizado.

faros y farallóns

El puerto de San Cibrao, junto al de Burela o Bares, fue antaño coto célebre para los cazadores de ballenas. Además San Cibrao era un conocido refugio para navegantes, y ya desde el siglo XVIII se hablaba de un facho sobre el monte Atalaia (que toma su nombre de la función que tenía como vigía).

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La necesidad de un faro en este punto de la costa surgió por el auge en el siglo XIX de la fábrica de Sargadelos en Cervo, un pequeño complejo industrial formado por fundición, alto horno, viviendas para obreros e incluso capilla; casi casi una pequeña ciudad. Fabricaban desde loza fina y cerámicas hasta ruedas hidráulicas y munición para el ejército, pasando por esculturas, fuentes y como pequeño guiño las escaleras interiores de los faros de Corrubedo y de Estaca de Bares. El intenso tráfico del puerto de San Cibrao hizo que la Comisión de Faros decidiese edificar allí un faro de sexto orden que además señalizase los islotes Farallóns (visibles en la segunda foto, a la derecha de la misma). Se encargó el proyecto al ingeniero Marcelo Sánchez Movellán, quien decidió integrar la torre de mampostería, de casi 9 metros de altura, en la fachada posterior del edificio de la vivienda del farero. El faro fue encendido el 30 de mayo de 1864. La linterna, octogonal, ofrecía una luz blanca con un alcance de 9 millas. Podéis verlo en la foto de la derecha en primer plano.

parte posterior faro antiguo

En 1922 se cambió su apariencia, y en 1927 su linterna, con un nuevo torreón metálico, proyecto de Rafael de la Cerda, que es el que se ve en la actualidad. Sin embargo, el alcance de la luz se vio insuficiente, así que se aumentó a 12 millas con una nueva lámpara de acetileno. Pero pocos años después ésta fue sustituida por otra lámpara eléctrica.

ambos faros

Nuevos tiempos, nuevos cambios. En 1980 se inaugura el complejo industrial de Alúmina-Aluminio, que a día de hoy, con el nombre de Alcoa San Ciprián, genera él solito el 30% del PIB de la provincia de Lugo. Se hizo entonces imprescindible mejorar el faro de punta Atalaia, y se toma la decisión de construir uno nuevo a la derecha del original (mirando hacia el mar). Será una torre cilíndrica de casi 14 metros de altura, blanca y con una franja negra. Entra en servicio en 1983 y su luz blanca alcanza ahora las 20 millas.

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El farero que lo atiende, y que vive en el edificio del antiguo faro, se ocupa también del vecino faro de Roncadoira, además de otras balizas. Depende de la Autoridad Portuaria de Ferrol-San Cibrao, quien por cierto, lo tiene en un estado un tanto… descuidado, como se ve en las fotos de aquí abajo.

Otro día, al hilo de otras señalizaciones que hay en San Cibrao, os hablaré de la Maruxaina y del islote Anxuella. Sin prisas.