Faro de Cabo Ortegal (Cariño, A Coruña)

Llegamos a este pequeño faro después de visitar el maravilloso pueblo de San Andrés de Teixido y de parar a comer en las afueras de Cariño (precioso nombre, por cierto), en un pequeño bar de carretera un poco cutrillo pero con una gente amabilísima que lo atendía y que se desvivió por que quedásemos satisfechas con el menú. Desde Cariño hasta el faro habrá más o menos unos cuatro kilómetros, siempre subiendo hacia el norte, por una estrecha carretera hecha exclusivamente para llegar hasta él.

En mi opinión este faro está situado en un entorno privilegiado: a la derecha tiene la preciosa ría de Ortigueira, con unas vistas increíbles que pude fotografiar a placer desde varios miradores (podéis verla en la foto de la derecha); y a la izquierda se encuentra la sierra de A Capelada con los acantilados costeros más altos de Europa (613 metros de altura, nada menos), en el enclave de Vixía Herbeira, que por supuesto aprovechamos para visitar a la vuelta. Por su espectacular perfil es, desde tiempos inmemoriales, un punto de referencia visual importantísimo para navegantes. Creo que ésta es una de las excursiones más maravillosas que hice hasta el día de hoy y se ha convertido en uno de mis lugares favoritos en Galicia; recomiendo encarecidamente que quien pueda se acerque a disfrutar de este mágico rincón.

El cabo Ortegal es además el punto, imaginario, claro está, que separa el mar Cantábrico del océano Atlántico. La necesidad de construir un faro en este lugar ya se propuso en 1846 por las autoridades inglesas, imagino que algo cansadas de los peligros de esta zona. Tras estudiar el asunto, finalmente el Plan General de Alumbrado Marítimo de 1847 se decidió por construirlo en Estaca de Bares, unos quince km hacia el este. Sin embargo volvieron a darle vueltas al tema a principios del siglo XX, e incluso se inició algún proyecto, pero fue punta Candieira quien se llevó el gato al agua en esta ocasión. Hubo que esperar hasta 1982 para que, por fin, se le encargara el proyecto al ingeniero Jaime Arrandiaga, y se puso en funcionamiento en 1984, convirtiéndose en el segundo faro más septentrional de España, con permiso del faro de Estaca de Bares. Al principio disponía de una fea caseta exterior que se eliminó en una reforma en 1993. Está controlado desde el puerto de Ferrol, tiene un alcance de 18 millas y su luz blanca se eleva a 124 metros sobre el nivel del mar.

Aunque el faro es muy colorido gracias a la franja roja que lo rodea, cuando nosotras lo visitamos vimos algunas pintadas que lo deslucían un poco. De todas formas, como edificación, este faro no es de los más bonitos que he visitado, es una simple torre cilíndrica de hormigón de casi 13 metros de altura con dos balconcillos metálicos exteriores; pero ahí está, avisando a todos los marineros de los grandes peligros que les rodean: el viento, las corrientes marinas, y sobre todo, Os Aguillóns, el cercano grupo de tres islotes rocosos a donde van los percebeiros a arriesgar su vida trabajando. Se puede ver en esta foto lo puntiagudos que son.

Seguro que el faro podría contar mil historias de naufragios, como por ejemplo la del pesquero inglés Shark en 2008, el mercante caribeño North Spirit en 2010, y, el peor de todos, la del vapor Miramar en 1918, que Jorge Luis Carreño nos cuenta en su blog. Por tierra o por mar, yo espero poder volver algún día.