Regreso nostálgico a la isla de Sálvora.

Tras la publicación en el blog de la reseña del libro «Sálvora, diario de un farero«, de Julio Vilches, el mismísimo autor y farero (aunque ya no ejerza, siempre tendrá alma de farero) ha tenido la amabilidad y la deferencia de ponerse en contacto conmigo para contarme algunas historias no publicadas en él y además enviarme muchas fotos personales de su vida en la isla. Hice una selección de las más curiosas, originales o llamativas para que conozcáis esta faceta más íntima. En primer lugar os presento los rincones del faro que Julio habitó y personalizó:

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Por otro lado, Julio me envió fotos de la isla de Sálvora, tanto de rincones pintorescos como de los otros habitantes de la isla:

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Además me envió otras fotos en las que aparece el mismo Julio, ya sea trabajando, bromeando o en su cotidianidad:

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Julio también tenía muchos ratos libres en la isla, y en ellos daba rienda suelta a su creatividad y a su humor, además de relajarse con su biblioteca personal:

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Como veis, Julio Vilches es una persona especial, singular, diferente, con una vida interior muy rica y original, curioso e incansable. Y como seguro que querréis conocerle un poco mejor os dejo aquí el enlace al documental «Fin do pasado recente«, que Salva Pardo creó en 2018 sobre el trabajo de Julio y su vida en Sálvora. La música fue creada por Juan Eiras y está subtitulado en varios idiomas. ¡Que lo disfrutéis!

https://vimeo.com/239653611?fbclid=IwAR11EVTJJUlmS74qCwa77OGsQaPOF8e069ITg-cIRZZVp5SRs2UWA30wA3A

Faro de Illa Coelleira, O Vicedo (Lugo)

Hoy nos acercaremos lo máximo que podamos a Illa Coelleira, la mayor de las islas de la provincia de Lugo. Tiene una forma muy curiosa, como de ballena emergiendo del agua para respirar, con una suave caída en el lado que da a tierra y otra más abrupta en el lado oceánico. Está a unos 500 metros de la costa, tiene una superficie de unas 26 ha (0.26 km²) y una altura máxima de 82 metros sobre el nivel del mar.

Muchas historias y leyendas rodean a esta isla, como no puede ser de otra manera. Allí se encontraron y aún existen unas ruinas que parecen ser de un monasterio al cual se hace referencia en documentos del siglo XI, cuando la isla recibía el nombre de Sancti Michaelis Cunicularia por la abundancia de conejos en ella; se dice que sus monjes, para dar misa en tierra firme, navegaban en barcas de cuero al estilo de los curraghs irlandeses. Allí también, a comienzos del siglo XIV, se refugiaron treinta y cinco caballeros templarios, y una historia o leyenda asegura que cuando el rey de Francia Felipe IV el Hermoso ordenó la supresión de su Orden, fueron asesinados por el señor de Viveiro y sus hombres; todos excepto uno, que consiguió llegar a nado al cercano pueblo de Vicedo, donde se escondió en una casa conocida desde entonces como a Casa do Paisano. En el siglo XVI la isla quedó completamente deshabitada debido a los constantes saqueos piratas. Si queréis profundizar en su historia os recomiendo leer el blog del profesor Manuel Gago Mariño, quien además pudo visitarla.

El Plan General de Alumbrado Marítimo de 1847 la olvidó deliberadamente porque al parecer no le daba mucha importancia a los puertos comprendidos entre Ribadeo y Ortegal. Sin embargo, una vez construidos los faros más importantes se embarcaron en alumbrar otras rías para facilitar el abrigo en caso de temporal. Y la isla Coelleira, al estar estratégicamente situada en medio de las rías de Viveiro y Barqueiro, era un lugar idóneo para un faro. Fue uno de los primeros ubicados en una isla gallega, junto a Sisargas, Cíes, Sálvora y Arousa. De su proyecto se encargó en 1861 el ingeniero Marcelo Sánchez Movellán (autor también del faro de San Cibrao), quien escogió el punto más elevado de la isla para así poder iluminar ambas rías sin ninguna sombra. Diseñó un edificio rectangular de una sola planta, apto para dos torreros con sus correspondientes familias. La torre, cilíndrica, se encajó en la fachada posterior de la construcción y sobresaliendo tres cuartas partes, aunque en el primer diseño que hizo el ingeniero estaba completamente incrustada en el edificio; este primer proyecto fue rechazado por la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos, y don Marcelo movió la torre y redistribuyó el espacio interior para hacerlo más adecuado para un uso familiar. La piedra de sillería necesaria para la construcción se trajo de tierra firma, pero la pizarra se obtuvo del propio islote de Coelleira. Como era costumbre en la costa de Lugo, el tejado, además de clavarse al entablonado, fue asegurado con piedras para que no volara con los temporales. Ahí es nada el viento que tenemos. Si la isla Coelleira estuviera más alejada de la costa, podría compararse con el escenario de la película «El faro» de Willen Dafoe y Robert Pattinson.

El faro, de sexto orden, se encendió el 30 de mayo de 1864. Tenía una luz fija blanca que alcanzaba las 9 millas, gracias a un aparato de alumbrado Sautter de aceite. Antes de entrar en el siglo XX la lámpara se cambió por otra Maris de parafina y su luz pasó a ser verde, reduciéndose su alcance a las 6-7 millas. El faro necesitó muchas reparaciones, ya que los temporales castigaban la isla: en 1868 rompieron con su fuerza un cristal de la linterna, y en 1890 el faro estuvo apagado 17 días a causa de una chispa que la destrozó.

Con el Plan General de Reforma del Alumbrado Marítimo de 1902 se cambió la apariencia de la luz de Coelleira y aumentó su alcance, volviendo además a ser blanca.

A pesar de ser una isla los torreros no vivían excesivamente mal. Se les construyó, por supuesto, un pequeño muelle al oeste del islote, y también un horno con cobertizo para guardar la leña, algo alejados del faro para evitar incendios. Un aljibe solucionaba sus necesidades de agua potable, y si se quedaban sin provisiones siempre podían conseguir comida gracias a los huevos de gaviota y a los percebes. Allí también se cultivaba trigo de bastante calidad sin ningún problema, con un sistema de terrazas para salvar la inclinación de la isla.

Pero el servicio de personal de la isla se suprimió en 1926 debido a la instalación de un sistema de alumbrado permanente por acetileno. Don Rafael de la Cerda fue el ingeniero encargado de su automatización, y el faro pasó a depender entonces del personal de Estaca de Bares. El edificio fue tapiado, la isla quedó completamente abandonada y ahora sólo viven allí conejos y gaviotas, que disfrutan ese paraíso en exclusividad….

Mis fotos no son demasiado nítidas; las saqué desde tierra firme, desde el mirador das Laxes y desde O Porto de Bares. Y como no pude acercarme más a esta isla de lo que ya habéis visto, os dejo este trabajo de RGSDron: un vídeo para que disfrutéis de esta maravilla que la Naturaleza nos ha regalado. Que lo disfrutéis y hasta la próxima.

«O faro escuro», de María López Sández.

El libro comienza en 1997 con un viaje en avión. Catalina, una periodista novata, viaja a Galicia para cubrir la desaparición de unas mujeres en un pequeño pueblo de A Costa da Morte. Pero algo terrible ocurre y el avión cae al mar. Catalina y un puñado de pasajeros más consiguen salvarse. Año 2014. Catalina, ya una famosa periodista, se despierta encerrada en un pozo seco y con un golpe en la cabeza. La inspectora Neira, que ya investigó las desapariciones de 1997, descubre gracias al móvil de Catalina que, antes de desaparecer, visitó una isla habitada únicamente por un farero. Fue cerca de esa isla, hace 17 años, donde el avión de Catalina se hundió. Nadie lo sabe aún, pero el pozo donde Catalina está atrapada se halla en dicha isla, y el farero es también uno de los supervivientes del  accidente aéreo.

Se trata de una breve novela de intriga de lectura amena y ágil. En el fondo trata de las consecuencias de las decisiones que tomamos, y de cómo las personas realmente no somos absolutamente malas o buenas, inocentes o culpables, sino que somos capaces de hacer lo mejor y lo peor en circunstancias terribles. Me ha gustado mucho y os la recomiendo.

Faro de la isla de Ons (Bueu).

Camino de Ons, vista de las Cíes.

Por fin, tras dos intentos frustrados, ¡a la tercera fue la vencida! y conseguí embarcarme y realizar mi ansiado viaje a la isla de Ons. Aunque las horas no me llegaron para visitar todos los rincones que tenía planeado, preferí disfrutar también del relax de sus playas y no andar corriendo por la isla de norte a sur. Es una excursión muy apetecible y espero repetirla.

Hay varias empresas y puertos para llegar en barco hasta allí, buscad en internet la que os quede más cerca. Al igual que ocurre con las Cíes, no hacen rutas todo el año: sólo en verano, Semana Santa y pare usted de contar. Lo cual no me parece mal, oiga, hay que controlar la cantidad de turistas dado que estamos hablando de un Parque Nacional, el de as Illas Atlánticas. Luego que no pase lo del verano de 2017, cuando varios barcos tuvieron que dar la vuelta sin poder desembarcar a su pasaje por haber vendido por encima del máximo permitido.

En mi caso particular salimos del puerto de Vigo. El trayecto fue bastante largo, pensad que llegamos hasta las Cíes y tuvimos que continuar otro tanto hacia el norte. Mucha gente no lo llevó bien, porque además nos encontramos con el océano algo revuelto y el barco se movía bastante. Afortunadamente no soy de las que se marean en el mar ¡será por lo salada que soy! y disfruté mucho de las vistas y de poder fotografiar desde el agua los faros que salpican a Costa da Vela.

El turismo en Ons está bien organizado, y de una forma muy similar a las Cíes: en cuanto desembarcas hay una caseta de información donde puedes descubrir, si no lo llevas ya planeado de casa, las rutas que te permitirán conocer la isla. Hay restaurantes, un cámping, un Centro de Visitantes con una exposición sobre la historia de la isla, una pequeña iglesia, playas, miradores, zonas de descanso con mesas y bancos… En fin, os enlazo aquí toda la información y me centro así en lo que de verdad nos interesa, el faro de Ons.

La isla de Ons, junto con la pequeña isla de Onza, forma una barrera natural en la entrada de la ría de Pontevedra. Ons dispone de abundante agua potable, y por ello está habitada desde tiempos prehistóricos (demostrado por los restos de castros y mámoas). El origen de su faro está en el Plan General de Alumbrado Marítimo de 1847, pero como se consideraba de menor rango que otros y su ubicación no se designó de forma definitiva (querían señalizar la entrada a la ría pero podría valer otro punto que no fuera Ons) se fue posponiendo su proyecto hasta 1858. El inspector de distrito reconoció la isla y decidió que se instalase en la parte más elevada y central, a 110 metros sobre el nivel del mar. Debido a que ya había otras luces instaladas cerca (Sálvora y Cíes), y a que la isla está bastante adelantada respecto a la entrada de la ría se decidió que llegaría con un aparato de quinto orden.

En 1860 se le encargó el proyecto al ingeniero madrileño don José Elduayen Gorriti, quien reprochaba que la entrada a la ría de Pontevedra era de las últimas en ser iluminada. Redactó un proyecto de construcción que fue duramente criticado por sus reducidas dimensiones: como faro de quinto orden Elduayen contaba con el servicio de un torrero, pero las condiciones de vida en la isla, especialmente en invierno, exigían la presencia de dos personas. Incluso los propios isleños marchaban a tierra firme cuando llegaban los peores temporales. Pero es que además el edificio cuadrado y de una sola altura que diseñó (con la torre inscrustada en el mismo) era claramente inhabitable, con habitaciones sin luz ni ventilación, e incluso en una no era posible mantenerse de pie. El proyecto fue devuelto por la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos para ser modificado. Y es que Elduayen estaba ya claramente volcado en su actividad política y más desinteresado por su trabajo como ingeniero. Como político logró para la provincia de Pontevedra la ejecución de obras públicas vitales en carreteras, ferrocarriles, el puerto de Vigo, etc. Llegó a ser gobernador de Madrid, presidente del Banco de España, Ministro de Ultramar, Ministro de Estado y Ministro de Gobernación, y, además de senador vitalicio, recibió el Toisón de Oro y un marquesado.

El ingeniero don Ángel García del Hoyo finalizó el proyecto: cambió la planta cuadrada original por otra rectangular, ganando 26 m2, y sacó la torre al exterior del edificio para ganar más espacio, adosándola hasta la mitad de su diámetro en la fachada trasera. Así se consiguieron habitaciones y cocinas para dos empleados más las visitas puntuales del ingeniero. Como curiosidad quería añadir que lo mismo del faro de Ons ocurrió poco después en Rúa: el proyecto lo empezó en 1860 Elduayen, pero las discrepancias en torno a la posición de la torre y distribución de espacios (también calificados de “inhumanos”), hicieron que el proyecto lo rematase Ángel García del Hoyo en 1862. Así, pues, García del Hoyo acabó los dos faros con el resultado de que ambos eran gemelos: misma torre, mismas ventanas e igual distribución interior.

Por fin en 1864 comenzaron las obras en el punto más elevado de la isla, o alto do Cucorno. El faro se encendió el 15 de abril de 1865. La torre tenía tres cuerpos (como el faro de Rúa): el primero circular, el segundo también circular pero de menor diámetro; y el tercero octogonal. En Francia se le compró a la casa Sautter (que llegó en mar hasta Vigo) una lámpara de iluminación de aceite de oliva, con luz blanca que alcanzaba las 12 millas y se elevaba a 128 m sobre el nivel del mar. En 1878 la primitiva lámpara se cambió por una Maris de petróleo.

A principios del siglo XX se vio la necesidad de que el faro aumentara significativamente su alcance (Plan de Reforma del Alumbrado Marítimo de 1902), y así pudiera servir como luz de recalada para los puertos de Marín y Vilagarcía. En 1904 se cambió el aparato de alumbrado por otro de la casa Sautter, pero como la cosa no mejoró demasiado se acometió una reforma de mayor envergadura: convertirlo en faro de primer orden y con 3 torreros. El proyecto se encargó al ingeniero madrileño don Rafael de la Cerda. Corría prisa ya que Sisargas se había reformado y Sálvora, Corrubedo y Silleiro estaban en ello.

Don Rafael, (que también trabajó en la reforma del faro de Prior) quiso aprovechar el faro existente construyendo un edificio idéntico a éste, situado a 10 m, y unir ambos mediante una galería desde la cual se accedería a la torre del faro. Arreglaron suelos, paredes y ventanas y consiguieron dotar al personal de viviendas y espacios más que dignos. La torre del faro hubo de demolerse y levantarse de nuevo para poder soportar el peso de la nueva linterna, que debía alcanzar las 24 millas. Las obras comenzaron en el verano de 1916 y duraron nada menos que diez años, debido a la necesidad de expropiar terrenos al dueño de la isla, el señor marqués don Fernando Quiñones de León, y a los aumentos de precios provocados por la guerra en Europa. Incluso en 1921 el ingeniero Ramiro Pascual introdujo algunas reformas en el proyecto para aprovechar aún mejor el espacio. El 4 de julio de 1926 el nuevo faro entró en funcionamiento, con una nueva torre de 12 m de altura, ahora octogonal en vez de redonda, y una linterna construida por la empresa La Maquinista Valenciana.

En 1932, el faro se revistió exteriormente con azulejos, y en 1990 se instalaron unos paneles solares para dotarlo de energía fotovoltaica. Su luz es blanca, está a 127 m de altura sobre el nivel del mar y tiene un alcance de 25 millas náuticas. El faro en la actualidad está automatizado y sigue estando habitado por los fareros que lo atienden.

En fin, en las fotos podéis apreciar los maravillosos paisajes de este pequeño paraíso. Desde luego por su faro y por mucho más vale la pena hacer una e incluso más excursiones a Ons. Espero volver allí otro verano a visitar el famoso Buraco do Inferno, entre otros rincones, y quizás probar su famoso glámping ¡que tiene una pinta estupenda!

 

 

 

 

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«Luces de septiembre», de Carlos Ruiz Zafón.

zafonDespedimos 2017 cerrando la Trilogía de la Niebla, de Carlos Ruiz Zafón, con «Las luces de septiembre«. El primer libro, si os acordáis, era «El príncipe de la niebla«. El segundo, «El palacio de la Medianoche«, está ambientado en Calcuta y no tiene nada que ver con los faros, así que nos saltaremos su reseña. De todas formas, sus lecturas son independientes, los personajes y tramas cambian de un libro a otro (creo que simplemente por ser juveniles los agruparon en una trilogía).

Este libro fue publicado en 1995, y es una historia de terror sobre una sombra maligna que se cierne sobre los protagonistas de la historia: la viuda Simone, sus hijos Irene y Dorian, el joven pescador Ismael, el acaudalado juguetero Lazarus Jan… La época: los años previos a la II Guerra Mundial. El escenario: un pueblecito de la costa francesa, la mansión de Lazarus y el bosque que la rodea, la casita de Simone, el faro y la isla en la cual se ubica. La historia te atrapa y te espanta, y, aunque el final no me quedó muy claro por qué el personaje maléfico quiere destruir a los buenos, la verdad es que en conjunto resulta un libro tan cautivador como espeluznante.

¡Os deseo que tengáis un maravilloso 2018, tan lleno de viajes a faros como de lecturas muy felices!